Una vez más, el nombre del glifosato vuelve a estar en el candelero. Esta vez el Ayuntamiento de Madrid ha emitido un comunicado donde explica que:
«El Área de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid dejará de utilizar paulatinamente glisofato para el control de las malas hierbas en los parques y zonas verdes de la ciudad. El Ayuntamiento de Madrid ha decidido aplicar el principio de prevención, y dejar de utilizar este herbicida progresivamente (sic).»
La decisión de prevención parece correcta y adecuada, en eso no hay discusión. Además, la reducción será progresiva, lo que permite minimizar los costes. Esto, si el equipo de gobierno lo estudia correctamente, no tendría por qué suponer una diferencia en el presupuesto, aunque el glifosato, actualmente, es uno de los productos fitosanitarios de más fácil acceso a nivel mundial, lo que ayuda a reducir el presupuesto invertido. Entonces, ¿cuál es el problema? La decisión no deja de ser polémica, en primer lugar, por hacerse en un área manifiestamente controvertida. En segundo, porque parece que apoya, manifiestamente, una cuestión científica que, a todas luces, no está del todo clara. Puede que la decisión haya sido acertada. Pero las razones tras ella, o incluso las formas, no lo parecen tanto.
Hablar de glifosato
La manifestación del ayuntamiento concluye con la intención de cambiar el glifosato por otros «procedimientos menos lesivos». Un poco antes, el ayuntamiento anuncia haber adoptado medias tras los informes poco consensuados de la comunidad científica. Si bien insistimos en que es muy loable tomar una decisión por prevención, en aras de la salud de los ciudadanos, no es correcto transmitir inseguridad a la sociedad. Especialmente cuando no hay pruebas de ello. Recordemos que actualmente el glifosato se encuentra catalogado en el grupo 2A de IARC, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer. Dentro de este grupo también se encuentran el mate (la bebida argentina), la carne roja o el trabajo por turnos. Pero en el caso del glifosato, sin embargo, el debate es muchísimo más candente.
El Área de Medio Ambiente y Movilidad ante estos estudios, y priorizando la salud de ciudadanos y trabajadores, solicitó un informe a Madrid Salud. Dicho informe concluye que “si bien en el momento actual su utilización está permitida a nivel europeo, las últimas consideraciones al respecto de su probable efecto cancerígeno, avoca a la consideración del “principio de prevención” por lo que desde Madrid Salud se mantiene el criterio de evitar la utilización de productos fitosanitarios que contengan glifosfatos en el municipio de Madrid, en tanto no se aclare el debate científico al efecto”.
Por tanto, el Área de Medio Ambiente buscará otras alternativas para acabar con las malas hierbas de los parques y jardines madrileños. Ya está llevando a cabo varios tests con productos posibles, y sustituirá el glisofato por otros procedimientos menos lesivos, de forma progresiva./ (sic).
Y es que con declaraciones oficiales así, se espera alarmar innecesariamente a la población. Porque el miedo es libre y cada cual toma lo que quiere. Es cierto que en el comunicado se especifica la situación actual del glifosato y su estatus como seguro, según la OMS. Sin embargo, ¿era necesario seguir unirse a la lucha contra el glifosato de manera abierta? Recuerda a la medida adoptada por Francia hace unos meses en contra de este producto. Una medida cuyas raíces parecen estar en el miedo más que en el conocimiento.
Qué sabemos del glifosato
Como decíamos, el glifosato, según la clasificación del IARC en marzo del año pasado, se encuentra en la lista 2A de posibles carcinógenos. En esta lista se incluyen todos aquellos productos para los que existen pruebas limitadas de la carcinogenicidad en humanos y pruebas suficientes de la carcinogenicidad en experimentación animal. En algunos casos, un agente (o mezcla) puede ser incluido en esta categoría si existen pruebas inadecuadas de carcinogenicidad en humanos y pruebas suficientes de carcinogenicidad en animales de experimentación, existiendo una fuerte evidencia de que en la carcinogenia están implicados mecanismos que también operan en el ser humano. Excepcionalmente, un agente, mezcla o condición de exposición puede ser clasificado en esta categoría únicamente en base a pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos.
Al contrario que el Grupo 1, aquí existen evidencias en animales y pruebas inconcluyentes en humanos. Estas mismas pruebas son las que definen los rangos de seguridad, los cuales, actualmente están muy bien asentados. El uso común del glifosato está fuera de cualquier límite peligroso para la salud, tal y como ha especificado en más de una ocasión no solo la OMS sino la propia IARC. De nuevo, insistimos, en el grupo 2A se incluyen otras sustancias y prácticas como son los humos de los coches diesel, el humo de leña o, incluso, un gran número de pesticidas.
La lista del IARC es solo una lista de recomendaciones, no un protocolo de actuación. Los protocolos de uso son revisados por paneles de expertos independientes de los que se nutre un panel propio de la OMS (o la FDA, en Estados Unidos, así como otros organismos) quienes regulan el uso y modo de utilización de los productos basándose en evidencias y, sí, también en las recomendaciones como las del IARC. Y a pesar de las recomendaciones del IARC, la OMS ha dejado claro que el uso común, en los rangos apropiados, de glifosato es totalmente seguro.
Y la guerra continúa
Esta guerra comenzó mucho tiempo atrás. No tardarán los comentarios al respecto de la empresa que diseñó el glifosato (Monsanto) a pesar de que hace años que perdió la patente y ahora miles de empresas agroquímicas producen este compuesto. El glifosato, como decíamos, es uno de los productos herbicidas más usados y baratos del mercado. Las evidencias especifican sus rangos seguros de uso y no muestran un perjuicio en seres humanos. Sin embargo, existen grandes grupos implicados que gritan a los cuatro vientos el partidismo de textos que no defienden la malignidad del producto.
Pero la realidad es que todavía no existen evidencias fuertes que nos hagan pensar que el glifosato es un producto verdaderamente peligroso para el ser humano tal y como lo usamos hasta la fecha. Tal vez en el futuro descubramos evidencias que apuesten por su peligro sin duda alguna. O tal vez no. No obstante, por el momento, hay quien lucha en esta guerra encarnizada como si la posición contraria fuera abyecta e interesada. Pero las evidencias están ahí. Comunicados como el de Madrid solo confunden a la población, a pesar de que pueda ser una buena decisión.
No todo el mundo, por desgracia, está capacitado para entender la diferencia entre un buen y un mal estudio científico. Tampoco se entiende bien la implicación de una recomendación y de una evidencia científica. Así como tampoco se comprende que en la dosis está el veneno, un hecho de importancia máxima. Y mientras tanto, en la confusión, el miedo es rey. Está bien hacer un cambio hacia otros herbicidas y métodos de control más sostenibles e integrados, por supuesto. Pero cuidado, ¿qué métodos? ¿No estarán también en el listado del IARC? ¿Compensará el gasto económico? ¿Respetará el ecosistema del jardín? Hay una serie de cuestiones importantes que no debemos olvidar, tampoco. Pero claro, la guerra siempre borra el resto de cuestiones.
Fuente y fotografía: Hipertextual