Según un estudio publicado en la revista científica “Proceeding of the Royal Society B”, el krill antártico (Euphausia superba) estaría acelerando el transporte de carbono atmosférico a las profundidades oceánicas a través de sus excrementos. Esta “mini gamba” de pocos centímetros de tamaño parecido al camarón se trata de la especie animal no-humana más exitosa del planeta y un eslabón esencial en la cadena trófica del ecosistema antártico.
La especie humana lleva años intentando encontrar formas de capturar dióxido de carbono de la atmósfera y confinarlo en tierra. Es el caso del krill antártico que nos ayuda a combatir el cambio climático. Se trata de unos organismos que liberan grandes cantidades de carbono a las aguas profundas del océano a través de sus excrementos. Se alimenta de los organismos del plancton que tienen capacidad fotosintética y son la principal fuente de alimento de depredadores tales como las focas, los pingüinos o las ballenas.
Para la elaboración del estudio se ha analizado el comportamiento de más de 2.000 poblaciones de krill. Este crustáceo se mantiene cerca de la superficie para alimentarse de algas microscópicas que conforman el fitoplancton y, posteriormente, desciende a las profundidades marinas varias veces durante la noche para evitar a los depredadores, dejando ahí sus heces.