Yolanda, de 74 años, permutó hace dos semanas su casa de toda la vida porque desde hace unos meses no recibía agua: «Los vecinos conseguían subir el agua de la calle con turbinas, pero valen 1.600 pesos (65 dólares) y yo vivo de mi pensión y la de mi esposo, de 200 pesos cada una (8 dólares)».
Ahora vive a tres cuadras, en el centro de la ciudad de Ciego de Ávila (centro de Cuba), en un casa que recibe agua, como todas en esa ciudad últimamente, cada cuatro o cinco días, debido a la intensa y prolongada sequía que azota esa región, la más severa del último siglo.
«Aquí al menos llega el agua normalmente a casa, aunque sea cada cinco días. Hoy entró y yo ya llené todas mis vasijas porque verse sin agua no es fácil», contó Yolanda a Efe en su nueva casa, donde dispone de dos tanques de 55 galones (unos 204 litros) para uso doméstico, además de un montón de botellas plásticas que utiliza para cocinar.
Yolanda es una de las 250.000 personas que sufre escasez de agua en la provincia de Ciego de Ávila, donde las presas están al 11 % de su capacidad y los mantos subterráneos -que albergan más del 70 % del agua disponible en la provincia- están al 21 %, tal y como informa El Diario.
«Tenemos que ahorrar el agua al máximo. Si no podemos limpiar la casa, pues solo barremos, y tenemos cuidado para que nos dure el agua cinco días», contaba a Efe, Ricardo Bernal, de 70 años, que con una pequeña turbina llena dos cisternas grandes de agua para su familia y sus vecinos de arriba.
Marisol, un ama de casa de 43 años, también cuenta con la ayuda de sus vecinos para acumular agua en cubos y calderos, ya que la tubería por la que debería entrar agua a su casa está atascada: «Hay tremenda escasez; si no fuera por los vecinos, no podría ni lavarme la cara».
Cuba se enfrenta a una de las sequías más agudas del último siglo, que este año azota con más fuerza a las regiones centrales de la isla, como Ciego de Ávila, Sancti Spiritus o Camagüey, donde el estado crítico de los acuíferos no solo afecta a la población, sino también a la agricultura, que ha tenido que transformarse hacia producciones de secano.
«En el caso de los tubérculos, sembramos yuca en vez de malanga; y en los cítricos, se opta por el mango o la guayaba, que necesitan menos agua que la piña, que era la fruta más frecuente en la provincia», explicó a Efe Orisbel Ruiz, subdirector de Recursos Hidráulicos de Ciego de Ávila, una de las principales provincias agrícolas de Cuba.
Hay 900 sistemas de riego paralizados, ya que solo se permite el uso de los más eficientes, como el riego por goteo, por aspersión directa o por pivote central, explicó.
Los ríos y lagunas naturales están irreconocibles y los seis embalses artificiales de la provincia, que sumaban 149 millones de metros cúbicos, apenas almacenan poco más de 17 millones, con presas secas como Sábanas Negras.
La exuberante y frondosa vegetación de la isla caribeña ha mutado este año en un paisaje árido, de tierra cuarteada y plantas amarillentas, fruto de la falta de lluvias, casi inexistentes en el centro del país desde la temporada húmeda de 2014.
Para paliar el problema, además del riego eficiente, la instalación de bombas hidráulicas y la restauración de tuberías para evitar fugas, las autoridades del país quieren perforar 700 pozos para extraer aguas subterráneas.
En Ciego se han excavado un centenar de pozos, 56 de ellos para que las escasas lluvias penetren en el subsuelo y recarguen el manto freático.
Los embates de la sequía se sienten en toda Cuba, donde de los 169 municipios del país, 141 sufren escasez de agua, una situación que afecta a 58.700 cubanos de manera total y a 94.000 parcialmente.
En el extremo occidental de la isla, en la provincia de Pinar del Río, la mas húmeda del país donde proliferan las plantaciones del tabaco, también padecen la sequía, que ha perjudicado sobre todo a la ganadería.
Poco acostumbrados a la falta de lluvias, los ganaderos de la zona se han quedado sin reservas de pastos y forrajes para los animales, que ahora comen caña de azúcar molida, extraída de los desechos de la zafra, lo que además de suponer más gasto, no es la alimentación más adecuada.
«No da la leche que tiene que dar. Estas vacas dan tres litros de leche al día, cuando deberían dar cinco o seis», lamentó el ganadero Pastor Ortega, que en su finca privada del poblado pinareño de Inclán cría 95 reses.
Leonel Álvarez, administrador de una vaquería estatal, también se queja de la falta de producción del ganado, aunque está contento porque ha evitado pérdidas mayores: «Hay campesinos que no tienen nada sembrado y se les está muriendo ganado».
En 2016, esta provincia perdió más de 600 cabezas de ganado, pues la falta de alimento también afecta a la fecundidad de las vacas; un problema no menor en un país que gasta anualmente 2.000 millones de dólares en importar alimentos.