Emprendedor “visionario, transhumanista y singularitario”, Marco Attisani es el fundador de Watly, un proyecto destinado a depurar hasta tres millones de litros de agua por año que funciona con energía solar. La iniciativa, galardonada recientemente con una financiación de 1,5 millones de euros del programa Horizonte 2020 de la Unión Europea, ya se encuentra en la fase final de desarrollo y se presentará el próximo mes de septiembre en el Foro de Ingeniería para el Desarrollo Sostenible, en Granada, antes de ser lanzada al mercado, previsiblemente a finales de año.
“La gente tiene que entender que existen soluciones concretas a los problemas del agua, no estamos hablando de sueños. Está en nuestras manos la posibilidad de cambiar el mundo hoy, porque disponemos de todas las herramientas para conseguirlo. Watly solo es uno de los proyectos que pueden hacerlo”, explica el emprendedor italiano.
Hace tres años, Attisani, que vive a caballo entre su país y España, se encontraba sentado en la playa de Barcelona, mirando hacia el mar. “Me acuerdo perfectamente: era el 10 de marzo de 2013. Me pregunté cómo era posible que en un planeta cubierto en el 70% por agua aún hubiera problemas relacionados con este elemento y llegué a la conclusión de que la verdadera dificultad es la contaminación, no la escasez, y que había que desarrollar las tecnologías adecuadas para la depuración”, recuerda.
“Muchos me dicen que soy un visionario y he acabado por creerlo. Este término a veces se concibe de manera elitista, como si fuera un privilegio. Pero no es así”, aclara. “Ser un visionario reside en la capacidad de visualizar. Está al alcance de todos, pero hay quienes creen en sus sueños y otros que los abandonan, porque es más cómodo no creer en las ambiciones que pueden ser difíciles de convertir en realidad”.
Este ordenador termodinámico permite la desalinización, descontaminación y depuración de aguas utilizando el calor del sol y, gracias a paneles fotovoltáicos, logra autoabastecerse y generar energía que queda a disposición de los usuarios finales para otros usos. Watly actúa también como un enorme smartphone capaz de interactuar con los seres humanos de una manera inteligente y crear un área con señal wifi a su alrededor de 1.600 metros de diámetro. Sus pantallas de alta definición permiten también distribuir contenidos audiovisuales, convirtiéndose en una herramienta de educación e información.
Watly, según Attisani, es algo más que un ordenador termodinámico. “Es una revolución cultural, un oráculo tecnológico. Llegas con seis camiones y en cuatro días has montado la máquina y has traído el siglo XXI a un pueblo en el que antes no había nada”.
La startup está cerrando los primeros acuerdos con clientes públicos en varias regiones del planeta, como Emiratos Árabes, Nigeria y algunos países de América del Sur. Uno de los primeros prototipos, de acuerdo con las previsiones, se instalará en un campo de refugiados de Jordania.
“Nuestra aspiración es convertirnos en la nueva Apple de África, es decir, generar el mismo tipo de impacto con nuestra marca”, asegura Attisani , que hace hincapié en que su empresa no es una organización benéfica, pese a la centralidad que otorga al elemento filantrópico. “Somos una organización con ánimo de lucro que vende tecnología que se alimenta a través del sol para ofrecer un servicio a las personas a cambio de un pago y tenemos expectativas de ganancia económica muy elevadas. La diferencia es que estos servicios, además, se brindan poniendo coto también a la destrucción medioambiental”.
El invento, según las estimaciones de sus creadores, podría llegar a beneficiar a millones de individuos. “Una sola máquina, de 15 toneladas, de 40 metros de largo y 2,5 metros de altura, tiene capacidad para impactar a una comunidad de 3.000 personas. Y una máquina no es nada. Es algo del tamaño de una gasolinera. El mercado es tan amplio que Watly no es suficiente para cubrirlo, incluso en los más ambiciosos de sus sueños de crecimiento”, sostiene Attisani.
Uno de los primeros prototipos se instalará en un campo de refugiados de Jordania
La ayuda financiera obtenida desde Bruselas significa un gran éxito para una pyme de este tipo, en estadio de semilla, según su fundador. “Nuestro caso es casi único, ya que normalmente estos fondos se destinan a empresas con proyectos mucho más avanzados. Probablemente la Comisión Europea, leyendo nuestra solicitud, no ha visto un sueño, sino un sólido y profundo conocimiento del sector de las energías renovables, una solución concretamente descrita y única en el panorama mundial, que implementa soluciones nunca vistas antes. Los capitales que necesitamos son otros, pero esto es un buen punto de inicio. Hay dinero en el mundo. Solo es necesario invertirlo en los sitios adecuados, no en las guerras y en la destrucción, sino en la creación”.
La startup apunta también a marcar un antes y un después en el ámbito de la filantropía a través del lanzamiento de Lively. Esta aplicación permite a los donantes destinar recursos a una comunidad o una persona en concreto, con la posibilidad de comprobar en cualquier momento el avance del proyecto o establecer un contacto directo con los usuarios a través de conversaciones telemáticas.
Fuente y fotografía: El País