Las lluvias escasas no estimulan la fotosíntesis de las plantas lo que provoca un aumento de la liberación de CO2 de los microorganismos del suelo a la atmósfera en los ecosistemas áridos y semiáridos, según un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científica.
La investigación, que se publica en la revista Journal of Geophysical Research. Biogeosciences, expone la vulnerabilidad de dichos ecosistemas al estar supeditado su funcionamiento a la disponibilidad de agua y muestra como los ecosistemas terrestres tienen la capacidad potencial de mitigar el efecto invernadero.
Según recuerda, las plantas pueden absorber, a través de la fotosíntesis el CO2, que es el gas de efecto invernadero más abundantes en la atmósfera. El estudio revela que en el caso de los ecosistemas áridos y semiáridos, la ausencia prolongada de agua, sobre todo en verano, provoca que la fotosíntesis quede inactiva y las plantas dejen de absorber el CO2.
La conclusión es novedosa, puesto que tradicionalmente se ha creído que las plantas de climas áridos son capaces de aprovechar cualquier cantidad de agua por pequeña que sea y reactivar la fotosíntesis.
En concreto, el estudio internacional dirigido por el CSIC muestra que en verano, las precipitaciones ocasionales deben de ser intensas, superiores a los 20 litros por metro cuadrado para que la fotosíntesis se reactive y el ecosistema absorba de nuevo CO2 de forma «significativa». De este modo, apunta que si las lluvias no alcanzan ese valor, solamente se reactivará la actividad de los microorganismos del suelo que, mediante la degradación de la materia orgánica, emiten CO2 a la atmósfera.
Según ha explicado la investigadora del CSIC en la Estación Experimental de Zonas Áridas de Almería Ana López Ballesteros, en el trabajo, realizado en los espartales del Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar, se han estudiado «todos esos procesos biológicos» para observar cómo responden a los llamados pulsos de lluvia, que son eventos aislados de precipitación tras un periodo de sequía relativamente prolongado.
De este modo, la investigación concluye que ecosistemas como estos espartales son capaces de responder de manera inmediata a eventos de precipitación aislados, indica la investigadora.
López Ballesteros explica que los resultados del estudio demuestran que en la época estival, «solo» los pulsos de lluvia de gran magnitud son capaces de provocar la absorción neta de CO2.
Sin embargo, ha agregado que la mayoría de pulsos de lluvia son de pequeña magnitud, lo que conlleva una emisión neta de CO2 a la atmósfera, ya que son los microorganismos del suelo los únicos seres vivos capaces de reactivarse tras el período de sequía.
«Las conclusiones de este estudio ponen de manifiesto la vulnerabilidad de este tipo de ecosistemas, cuyo funcionamiento está supeditado a la disponibilidad de agua», ha advertido.
Fuente: La Vanguardia