Se llama NewWind y es un árbol artificial que se camufla —gracias a su forma y tamaño— entre los árboles urbanos. Pero NewWind es un aerogenerador. O mejor dicho, son decenas de pequeños aerogeneradores en el lugar que ocuparían las hojas en un árbol de verdad.
Estas horas artificiales, llamadas Aeroleaf, funcionan como una red local de pequeños aerogeneradores. Individualmente producen unos pocos vatios de electricidad pero, en conjunto, suman varios kilovatios de potencia eléctrica, hasta 3 kW dependiendo de su configuración. Así, un único árbol NewWind puede producir electricidad suficiente para iluminar decenas de farolas, para proporcionar más del 80% de la potencia eléctrica promedio de un hogar francés o suministrar en un año la electricidad que necesita un coche eléctrico para recorrer 15.000 kilómetros.
Respecto a un aerogenerador convencional, las Aeroleaf aprovechan la más mínima brisa de viento, independientemente de la dirección de la que proceda. Este aspecto es importante dado que su destino es el entorno urbano. En las ciudades y zonas construidas los edificios disminuyen la velocidad del viento y cambian su dirección en una misma zona, a diferencia de lo que sucede en campo abierto, en zonas elevadas y especialmente en el océano, donde la menor rugosidad del mar favorece el funcionamiento de los aerogeneradores con movimientos de aire más rápidos y constantes en una misma dirección. Las Aeroleaf comienzan a producir electricidad con vientos inferiores a los 2 metros por segundo, y producen 100 Wh de electricidad cuando la velocidad del viento supera los 15 metros por segundo.
El objetivo de los aerogeneradores NewWind es cambiar la idea de los molinos de viento convencionales con un modelo cuya forma orgánica las integre tanto como sea posible en el entorno, explica Jérôme Michaud-Larivière, CEO de NewWind.
Aunque pueda parecer que las cifras de producción de un árbol NewWind son más bien modestas —un aerogenerador convencional típico puede suministrar entre 5.000 y 10.000 vatios dependiendo del tamaño y del modelo— la clave está en la potencia conseguida funcionando como conjunto. De modo que todos los árboles NewWind de una misma ciudad o en un mismo área equivalgan a un aerogenerador e incluso a un parque eólico pequeño.
Precisamente esta es una de las ventajas de las fuentes de energía renovables, su capacidad para funcionar de forma distribuida, contraria a como funcionan las energías fósiles. Esto significa que en lugar de concentrar la producción en una única planta de energía de gran potencia —alimentada con carbón o gas, o una central nuclear— la producción eléctrica se reparte entre muchos elementos individuales, sean paneles solares o aerogeneradores, que pueden funcionar como un planta de energía virtual.
Las plantas de energía virtuales basan su funcionamiento en programas informáticos que gestionan un gran número de pequeñas fuentes renovables como si fuera una única fuente de mayor tamaño. Por ejemplo, un conjunto de huertos solares o de paneles solares situados en un grupo de viviendas operan y producen tanta energía como una gran central eléctrica.
Por este motivo resulta especialmente interesante que, además de mejorar la eficiencia, las fuentes de energía renovables distribuidas se integren en el paisaje tanto como sea posible para favorecer su expansión. Además del árbol NewWind, en los últimos años se han desarrollado ideas similares para los paneles solares, incluyendo la conversión de las ventanas de edificios y de fachadas en paneles solares, paneles solares con forma de tejas para el recubrimiento de los tejados en viviendas e incluso árboles artificiales cuyas hojas son paneles solares flexibles.
La importancia de las energía renovables en el llamado mix energético —el conjunto formado por diferentes fuentes de energía, sean renovables, fósiles o nucleares— es cada vez mayor, especialmente en el caso de las renovables de origen eólico y solar. En los últimos años su crecimiento ha sido tal que las energías renovables ya son la principal fuente de electricidad en el mundo, después de haber arrebatado el título al carbón.
Fuente y fotografía: El País