“¡No sé dónde está!” Es la respuesta más habitual que se puede oír cuando se pregunta a cualquier peatón por la calle Félix Pizcueta y Gallel. Pese a estar situada en uno de los distritos más exclusivos de la ciudad de Valencia, el Ensanche, destacado por el alto flujo de vehículos, la presencia de tiendas de firmas de lujo, renombrados restaurantes y despachos profesionales, el nombre de esta calle casi siempre pasa desapercibido para los incontables viandantes que la cruzan a diario.
Pronunciarla correctamente no siempre es una tarea fácil, incluso para sus vecinos. Sin embargo, esta vía de tan solo 260 metros de largo ha sido apodada por muchos de sus residentes como “la calle de las obras sin fin”. Una reforma que tardó casi dos meses ha causado todo tipo de molestias, entre otras por la suciedad generada, ruidos ensordecedores, restricciones de acceso a las viviendas, además de una reducción drástica de la actividad comercial, según se quejan algunos comerciantes de la zona.
Entre varias mejoras, también ha pasado desapercibido que la calle Félix Pizcueta sirvió, en el año 2015, de laboratorio para la implantación del Light2Cat. Un proyecto cuyo objetivo fue colocar en las aceras unas baldosas anticontaminación que permiten limpiar hasta el 72% del monóxido de nitrógeno y reducir casi un 30% del dióxido de nitrógeno. “Proyectos como este no son visibles al ojo humano, pero tienen un impacto ambiental muy relevante para la ciudad”, recuerda Rafael Monterde, director general de InnDEA, la fundación del Ayuntamiento de Valencia dedicada a la promoción estratégica y a la innovación urbana, y gestora del proyecto en España.
El proyecto Light2Cat está formado por un consorcio europeo de empresas, instituciones gubernamentales y centros de investigación de Dinamarca, Suecia, Reino Unido, Italia y España. Con una financiación de 234.000 euros de la Unión Europea, su objetivo principal es demostrar a escala real la eficacia fotocatalítica de los materiales de construcción, así como estudiar el impacto de la instalación del pavimento especial que absorbe la contaminación atmosférica al contacto con la luz. Según han explicado sus gestores, el material de construcción utilizado para la fabricación es capaz de producir, por el contacto de la luz solar con la acera, reacciones químicas que absorben los gases contaminantes de óxidos de nitrógeno, los compuestos orgánicos volátiles y las partículas en suspensión. El éxito se debe a que el cemento fotocatalítico con el que se han fabricado las baldosas no es tóxico, no se consume durante la reacción, es estable y económico, debido a que está tratado con dióxido de titanio. Además, los componentes nocivos del aire que se adhieren a las baldosas pueden ser limpiados con agua o por la acción de la lluvia.
El Danish Technological Institute fue el responsable de desarrollar la tecnología de alto rendimiento, la cual ha sido aplicada por una empresa de la ciudad de Castellón, quien se ha encargado también de la fabricación de las baldosas anticontaminación. Además de Valencia, las ciudades de Copenhague y Brøndby, en Dinamarca, también implementaron el proyecto. En esta última se ha aplicado en una carretera a las afueras de la localidad.
La mejora de la calidad del aire en las ciudades es un objetivo no sólo perseguido por las administraciones públicas, sino también por empresas privadas, como la navarra PVT – Pavimento de Tudela, que ya en el año 2009 desarrolló un pavimento ecólogico denominado ecoGranic Una tecnología que combate la contaminación a través de un proceso similar a la fotosíntesis de las plantas.
Tras varios años de investigación y financiado con capital propio de la compañía, el proyecto de demostración fue testado en la calle Ametzaga de la ciudade de Sestao, Provincia de Vizcaya. Las losas empleadas demostraron su efectividad en la reducción de contaminantes como óxidos de nitrógeno, compuestos orgánicos volátiles y material particulado. Desde entonces, el producto viene siendo aplicado en otras ciudades de España y Francia.
“Las distintas administraciones públicas se están dando cuenta del problema de la contaminación que existe en las ciudades. Bien es cierto que aún hay localidades que solo buscan el precio a la hora de colocar una pavimento. Contra eso no podemos luchar. Pero otras sí se han dado cuenta de la importancia de atacar de forma activa la polución y el aire que respiramos día a día”, afirma Alejandro Toquero Gil, director comunicación de la empresa.
En ambos proyectos se han realizados pruebas para comprobar su eficacia. Justo antes del inicio de la obras en Valencia, se instaló un medidor de contaminación —presente hasta día de hoy— en la calle Félix Pizcueta que recoge datos sobre humedad y temperatura con el objetivo mesurar los niveles de contaminación antes y después de la instalación de las baldosas. El seguimiento de los indicadores podrá también comprobar la eficacia y durabilidad de los materiales empleados.
“El área de Urbanismo del Ayuntamiento de Valencia dispone de la información sobre los resultados del proyecto, así como sobre el incremento de costes que supone frente a un asfaltado convencional. Hasta la fecha no se ha considerado todavía en ninguna otra obra de pavimentado. Está pendiente también una medición del valor ambiental de esta inversión que permitiera considerar su relación coste/beneficio, cuestión que sería clave a la hora de ofrecer información relevante para la toma de decisiones de los responsables públicos», finaliza Rafael Monterde, deseoso de que un día todas las calles de Valencia puedan ser pavimentadas con esta tecnología innovadora.
Un sueño gracias al cual la calle Félix Pizcueta y Gallel podría ser recordada por los peatones y vecinos como la primera de la ciudad de Valencia en recibir las baldosas anticontaminación en una ciudad que desea convertirse en referente en sostenibilidad.
Fuente y fotografía: El País