El coronavirus ha espantado a los turistas de las ciudades más icónicas del mundo y sus calles ahora se ven, y se ven vacías.
Es el caso de Venecia. La actividad turística de la ciudad inspiradora europea se ha paralizado por el confinamiento al que obliga el coronavirus. Los escasos residentes que resisten se asombran de ver transparente el agua de los canales.
La ciudad que flota sobre una laguna vive principalmente del turismo. Un turismo de masas que se ha convertido en su principal fuente económica. No obstante, el ecosistema sufre las agresivas consecuencias de la masificación: como la erosión de los edificios o la contaminación de sus aguas.
En estos días de aislamiento preventivo, los residentes han visto algo insólito: peces nadando en el agua limpia y cristalina. Un efecto resultado de la reducción del paso de embarcaciones turísticas por las ‘calles’.
La ciudad de eterna inspiración literaria con apenas 50.000 habitantes recibe más de 30 millones de visitas al año.