Un hedor de retretes llena el aire en la planta de tratamiento de aguas residuales de Washington, una de las mayores del mundo. Pero es por una buena causa, convertir los excrementos humanos en electricidad.
Mientras señala con el dedo un dibujo de retretes, el ingeniero Chris Peot asegura que “todo” lo que producen los habitantes de la capital estadounidense “contribuye al sistema y produce energía verde”.
La planta Blue Plains de DC Water trata cada día 1.400 millones de litros de aguas residuales de más de 2 millones de hogares, lo que la convierte en una de las mayores plantas de tratamiento de aguas residuales en el mundo, según Peot, director de recuperación de recursos de DC Water.
El agua se limpia con microorganismos que ingieren el carbono primero y luego convierten los nitratos en gas nitrógeno, antes de ser descargados en el río Potomac y la bahía de Chesapeake.
Los materiales sólidos se reciclan ya sea en compost o para producir 10 megavatios de electricidad, el equivalente al consumo de 8.000 hogares, tras ser sometidos a una técnica de hidrólisis importada de Noruega y que se experimenta por primera vez en Norteamérica.
Esta técnica “permite la extracción de la materia orgánica para convertirla en metano y quemar el metano para producir electricidad, que sirve en sí misma para hacer funcionar en parte a la planta”, explicó Peot.
De esta forma, las aguas residuales ya no se consideran “residuos, sino un recurso explotado”, dijo el Presidente de DC Water, George S. Hawkins, en la inauguración de las nuevas instalaciones, que costaron unos 470 millones de dólares, el 5 de octubre.
El metano se produce por la descomposición de las heces por bacterias en grandes depósitos de 25 metros de altura, cada uno de los cuales puede “digerir” 15 millones de litros de materiales sólidos.
Este biogás se utiliza para accionar tres turbinas -cada una de la talla de un reactor de avión- para producir 13 megavatios de electricidad. Tres de estos megavatios son utilizados inmediatamente para el proceso de hidrólisis y los 10 restantes sirven a las necesidades de la planta.
Blue Plains “es el mayor consumidor de electricidad de DC”, dice Peot. Estos 10 MW “permiten asegurar un tercio de nuestras necesidades”, lo que evita la compra de electricidad generada con carbón y que es altamente contaminante.
Unos días antes del inicio de la conferencia del clima de París, el ingeniero saludó un proceso que reduzca la “huella de carbono (de la planta) en un tercio y reduzca los costes operativos de millones de dólares al año”.
“Es una manera de diversificar el suministro de energía y de controlar los costos” de electricidad, señaló Todd Foley, director de estrategia en el Consejo Estadounidense de Energías Renovables, que predice un “mayor protagonismo” de estas fuentes de energía.
En 2014, sólo el 6% de la electricidad del mundo provino de la energía eólica, solar o biomasa, según la Agencia Internacional de Energía (AIE), mientras que el 41% provino del carbón, el 22% del gas, el 17% de la energía hidráulica, el 11% de la nuclear y el 4% del petróleo.
El biogás -que se compone de 60% de metano- derivado de los excrementos humanos es también una esperanza para los países pobres. Éstos representan una fuente de energía capaz de generar electricidad para 138 millones de hogares, según un informe de la ONU publicado a principios de noviembre.
La recuperación de las heces también permitiría mejorar la higiene en los países pobres, donde la falta de sanitarios es responsable del 10% de las enfermedades.
Además de producir fertilizantes para la agricultura. La planta de DC produce 1.200 toneladas al día, en forma de “biosólidos”, un abono orgánico que se utiliza en jardines comunitarios o plantaciones de árboles. Con el uso de la hidrólisis en lugar de la cal, la mitad de esos biosólidos han ganado en limpieza y son considerados de “Clase A”.
“Usamos un capital que tenemos aquí en la fábrica y que, durante años, dábamos gratis a los agricultores como fertilizante”, dijo Peot.
Lo ideal sería que con el tiempo la planta fuera eléctricamente autosuficiente, como la de Gresham, en Oregón (noroeste), e incluso que la energía pudiera venderse a los habitantes de Washington, explicó Peot.
A corto plazo, el proyecto es, primero, alimentar una cuarta turbina gracias a otros residuos orgánicos para generar 5 MW adicionales.
Fuente y fotografía: Biobiochile