Alemania, que acoge la COP23 en Bonn, está considerado uno de los “países ejemplo” en cuanto a cultura medioambiental se refiere. Sin embargo el uso excesivo de carbón pone en duda que cumpla los compromisos climáticos adquiridos.
“El cambio climático es la principal lucha de nuestro tiempo”, aseguró la mandataria alemana Angela Merkel en la fase final de las negociaciones de la cumbre de Naciones Unidas. Alemania sigue siendo un referente mundial en renovables gracias a la “revolución energética” que disparó el consumo de energías limpias y de ella procede el 30% de la producción de electricidad. Nadie duda que el cambio climático sigue ocupando un lugar centrar en la política internacional alemana pero el gran problema reside en el carbón.
Aproximadamente un 40% de la electricidad alemana procede del carbón, elemento culpable de que Berlín se aproxime cada vez más al incumplimiento de los compromisos internacionales climáticos. Por eso la mayor economía europea se ha propuesto reducir un 40% sus emisiones para 2020, aunque parece un objetivo difícil de cumplir.
“Las renovables han sido cruciales. Pero lo más importante ahora es cerrar las centrales viejas e ineficientes (alimentadas por carbón), que es de donde proceden la mayor parte de las emisiones”, explicó Claudia Kemfert, especialista en energía y medio ambiente. La segunda fuente más contaminante es el transporte, una industria difícil de mejorar debido a su gran tamaño.
Reducir el consumo del carbón en Alemania fue una de las exigencias del partido ecologista pero, de momento, ni los liberales ni el bloque de Merkel están dispuestos a aceptar. “Merkel solo tenía que hacer una cosa. Tenía que venir a Bonn y demostrar que ha escuchado el sufrimiento de la gente del Pacífico y del resto del mundo y asumir su responsabilidad poniendo fin al carbón. No lo ha cumplido”, comentó Jennifer Morgan, directora del Greenpeace.