La historia de The Ocean Cleanup es sorprendente la mires por donde la mires. Esta fundación holandesa nació en el 2013 por obra y gracia de un joven holandés que por aquel entonces tenía tan sólo 18 años: Boyan Slat. Joven pero sobradamente preparado, que decía la publicidad hace ya un tiempecito, informa El País.
En sólo 4 años The Ocean Cleanup se ha convertido en el mascarón de proa de la lucha contra la polución de los mares y océanos. Emplea a 65 ingenieros e investigadores, todos ellos con un solo objetivo en mente: llegar a desarrollar el sistema más avanzado y eficiente que sea capaz de librar al mar del «continente de plástico» que lo ahoga. Escribí ya en su día un post, El país sin bolsas de plástico, sobre la plaga del plástico. Plaga porque se calcula que el 10% de la producción mundial acaba en el fondo del mar. Y plaga porque la producción de plástico no hace más que aumentar de manera exponencial.
Pero decía que la historia de The Ocean Cleanup es sorprendente desde muchos puntos de vista. Sorprendente también porque el jovencísimo Slat consiguió levantar fondos y fondos más que de sobras. En el 2014 a través de una campaña de crowdfunding y en 100 días recaudó más de 2 millones de dólares para su proyecto. Participaron 38.000 donantes procedentes de 160 países. Debería cambiar el titular de este post. Se trata de hecho de la mayor limpieza comunitaria y colaborativa que jamás se haya realizado.
En vez de recorrer el océano con barcos y redes para capturar la basura, lo que supondría un trabajo ciclópeo y la inversión de miles de millones de dólares, The Ocean Cleanup propone instalar en el agua una red de unas 50 barreras flotantes, que miden entre 1 y 2 kilómetros y que hacen las veces de litoral artificial. No se trata por lo tanto de desplazarse por el océano a la búsqueda y captura del plástico sino de aprovechar las corrientes marinas, el propio desplazamiento del océano, por decirlo así, para atrapar los desechos en las barreras.
La fundación no se contenta con recuperar el plástico abandonado a la deriva sino que además diseña procesos para reaprovecharlo como material bruto. En mayo pasado Ocean Clean up anunció que en el primer semestre del 2018 pondría en marcha el sistema en el Pacífico de manera que se podría liberar al océano de la mitad de su plástico en sólo 5 años. Algo realmente sorprendente. Sorprendente porque la fundación había anunciado en un principio que conseguiría ese reto mayúsculo en 10 años, lo que ya era en sí un gran hito. Y sorprendente porque ponen en marcha la limpieza del Pacífico 2 años antes de lo que en un principio se había previsto.
Y ¿cómo empezó esta aventura por no llamarla quijotada? ¿Por qué Boyan Slat, un joven de 18 años, decidió crear un buen día esta fundación y poner en marcha el proyecto faraónico? Pues porque un día que Slat se encontraba buceando por las aguas de Grecia descubrió más plástico en el fondo del mar que peces. Su experiencia por desgracia no es un caso único y aislado. Y se preguntó por qué no podemos limpiar el mar.
Lo que no acierto a comprender es el misterio de cómo consiguió sacar adelante su iniciativa, congregar a científicos y a inversores por igual y, por lo tanto, también llamar la atención de los medios. Y todo ello en un tiempo récord. Debería precisar que algunos científicos se muestran escépticos ante esta cruzada contra el plástico pero, por favor, qué más da. Bienvenida sea la iniciativa. Que lo prueben y si al final no funciona como es debido o no es tan eficiente como se esperaba, al menos se habrá intentado poner freno al desastre. No hacer nada seguro que no nos sirve de nada. Ojalá que surjan más pronto que tarde otros Quijotes dispuestos a rescatarnos de otros tantos desastres ecológicos como la deforestación o la polución del aire.