Los seres humanos viven en un lugar -rural o urbano- donde respetar el entorno es un deber de todo ciudadano.
La gente modifica el medio ambiente con sus actividades: talando árboles, quemando combustible, cultivando la tierra. Al ser miles de millones y disponer de mucha tecnología, estas modificaciones pueden ser importantes y afectar a todos los ecosistemas.
La relación de los hombres y la naturaleza es un asunto de costo y beneficio; es –o debería ser- un asunto racional y no de ideología.
El ambiente es un concepto complejo; la interdependencia de las partes no permite la marginación de ninguna de ellas, pues se corre el riesgo de dañar el sistema, como suele ocurrir. Dichas partes son tres: el ambiente natural, el ambiente sociocultural y el ambiente construido o tangible.
Una ciudad es un lugar edificado por el hombre para su comodidad, tiene sus ventajas, aunque la naturaleza está, en buena medida, ausente. Sólo los parques, las orillas de los ríos, las mascotas, y a veces los roedores, insectos, y arácnidos (arañas) nos recuerdan la naturaleza.
El concepto de ambiente hoy, por pragmatismo más que por definición, es político; compete a la polis y debería importarle a cada uno, viviendo en la ciudad y saber hacerlo, buscando el equilibrio entre los subsistemas que lo componen.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires entierra a diario más de 6.000 toneladas de basura en rellenos sanitarios, ubicados en el conurbano bonaerense; de ellas sólo el 30% es tratada correctamente, de manera formal; el resto se distribuye entre uno de los cien basurales clandestinos, a cielo abierto, que se convierten en fuente de contaminación ambiental de aguas y napas, receptores de desechos peligrosos, donde pululan los roedores con el peligro de enfermedades como la peste bubónica. Todo resulta de una falta de políticas, a veces por desidia o incapacidad. ¿Qué acciones podrían llevarse a cabo? Usar el residuo del té, mate o café como abono de las plantas en el hogar o los residuos del café para producir hongos comestibles o transformar los cardos, allí donde crecen como maleza, en productos químicos para diferentes usos.
Las localidades deberían aprovechar los recursos que tienen disponibles para sumarlos y transformarlos en bienes útiles, sin dañar el ambiente y tal vez como una salida laboral.
¿Y qué puede hacer el ciudadano para buscar una solución al problema? Una fórmula para el manejo de la basura es la reutilización de la misma. Es decir, enseñar a las personas que muchas cosas que tiran pueden ser útiles para otros. Y enseñarlos, además, para que mejoren su conducta frente al ambiente, como no quemar la basura en las cunetas ni en el patio o jardín; separarla para que el recolector deresiduos la deposite en el lugar adecuado. Si un vecino quema la basura, hablar con él y explicarle que al hacerlo se perjudica y nos perjudica y sobre todas las cosas poniéndose al servicio de resolver los problemas, en vez de sumarse a la gente que critica sin hacer nada al respecto.
Fuente y fotografía: Ecoportal