Los atentados ambientales que el ser humano propina a los mares tienen muy distintas caras. Desde la sobrepesca hasta la basura que se vierte en los océanos o, cómo no, el devastador efecto del cambio climático.
Todo suma para acabar restando. Hasta el punto de encontrarnos en situaciones que están al borde de un punto de no retorno. La ciencia alerta al respecto, y nosotros nos hacemos eco de ello en este post.
Por suerte, todavía estamos a tiempo de cambiar las cosas. Si bien el daño ya está hecho en lo que respecta a flora y fauna, así como ecosistemas, también es cierto que la situación no es irreversible. Aunque el reloj no es nuestro mejor aliado, precisamente, aún hay tiempo de enmendar errores y dar marcha atrás en emisiones, vertidos y maneras de explotar el recurso alimentario que suponen los peces.
La sobrepesca amenaza la sostenibilidad
La explotación pesquera está siendo sobrepesca. No solo constituye uno de los principales problemas para preservar la riqueza de recursos marinos a nivel de seguridad alimentaria, sino también en lo que respecta a su biodiversidad.
Según ha advertido recientemente la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), -organización perteneciente a la ONU-, la producción mundial de pescado se aproxima a su límite de sostenibilidad. El informe presentado por la organización señala que más del 40 por ciento de las especies populares se capturan de forma insostenible.
Con alrededor del 90 por ciento de la producción mundial de pescado sobreexplotada, ésta se acerca a su límite sostenible. Y los pronósticos no son tranquilizadores. Muy al contrario, este mismo trabajo apunta que se espera un agravamiento de la situación en los próximos años.
Si echamos la vista atrás, el empeoramiento ha sido dramático. Desde los setenta, hemos triplicado la sobreexplotación de los peces del planeta, según el citado informe de la FAO, en el que se analiza la actividad de las pesquerías en todo el mundo.
Además de destacar la situación especialmente delicada del atún, a nivel geográfico los expertos apunta que la sobrepesca alcanzar sus peores tasas en el Mediterráneo y el Mar negro, donde rondan el 6 por ciento.
Un nivel “particularmente preocupante”, apunta Manuel Barange, director de Pesca de la FAO. Según este especialista, estamos rozando el límite de lo que podemos extraer del mar:
No hay un límite absoluto a lo que podemos extraer del mar y posiblemente esté muy cerca de los niveles actuales de producción, que se han estabilizado durante estos últimos años.
El trabajo también destaca la importancia de la acuicultura para suplir la falta de peces en el mar. De acuerdo con este estudio, para 2021 se conseguirá superar por primera vez el nivel de producción con respecto a los peces capturados en la naturaleza.
Por un lado, supone una inyección económica que mejora las cifras de empleo y comercio, al tiempo que ayuda al mundo en desarrollo a mejorar su alimentación. Y a largo plazo podría suponer una valiosa fuente de alimentación de cara a una seguridad alimentaria (en 2050 habrá que alimentar a 9 mil millones de personas), pero también constituye una clara prueba de que la situación es realmente triste.
Tan penosa porque, sencillamente, alude a los mares están cada vez más vacíos y llenos de polución, además de verse afectados por el cambio climático. Asísmismo, la acuicultura conlleva inconvenientes relacionados con la polución química, el uso de transgénicos, la introducción de especies invasoras y enfermedades, así como parásitos.
Si el cultivo de peces significa destrucción del hábitat marino o de ecosistemas acuáticos de otro tipo, como humedales o manglares, entonces la huella ambiental es un serio problema que convierte a esta opción en poco recomendable.
De nuevo, el problema no es solo ambiental, sino también económico. No perdamos de vista que el 12 por ciento de la población mundial depende de forma directa o indirecta de la industria de la pesca. Es decir, el impacto ambiental de la sobrepesca va más allá de lo ecológico y los expertos advierten que se produciría una reacción en cadena de daños incalculables. ¿La solución? Una pesca sostenible, lógicamente.
En 2050, más basura que peces
Puesto que estamos ante un problema complejo los factores son múltiples. A la sobrepesca hemos e añadir una terrible polución de los mares a consecuencia de los desechos que echamos en ellos, convirtiéndolos en un auténtico vertedero.
Si queremos tener una imagen ilustrativa del problema, imaginemos un camión de basura vertiendo su carga de desechos plásticos en los mares cada minuto (8 millones de toneladas de plástico anuales). Día y noche, desequilibrando los ecosistemas marinos sin cesar, y aumentando la cantidad de basura vertida de forma exponencial.
Las predicciones son alarmantes en este sentido. Se espera, en efecto, que la cantidad de basura que acaba en los océanos no deje de aumentar. Entre otros muchos estudios que pintan el panorama cada vez más negro, la investigación de la Fundación EllenMacArthur concluye que en 2050 los océanos podrían tener más plástico que peces.
Si ahora cada año el océano ha de soportar 8 millones de toneladas de plásticos, el estudio estima que en 2030 serán dos caminos por minuto, y cuatro a mitad de siglo. Ello supone tanto un drama ambiental como una pérdida económica de unos 120.000 millones de dólares cada año.
La solución no es otra que reducir su producción y reciclar mucho más. O lo que es lo mismo, cambiar el modelo de producción y consumo de plástico. Por extensión, también debería hacerse lo propio con otros tipos de desechos, buscando un uso más respetuoso con el entorno.
Cambio climático, otro gran enemigo
Ese cambio de modelo, más adaptado a tan difícil situación, también supondría menos emisiones, lo cual representaría una avance para los ecosistemas marinos y para frenar el calentamiento global. Nos permitiría avanzar, en suma, hacia una sociedad baja en carbono, el objetivo prioritario del Pacto climático global de la COP21.
Habida cuenta de que el cambio climático reduce el número de peces, también sería de gran ayuda para repoblar los océanos. De acuerdo con un estudio internacional publicado en Nature Climate Change, probablemente los peces reduzcan su tamaño hasta una cuarta parte en 2050, a medida que las temperaturas aumenten, las aguas estén menos oxigenadas y se produzca una irremediable migración o extinción en muchos casos.
Al tiempo, el trabajo subraya que este menor tamaño, especialmente acusado en las aguas tropicales, será solo uno de los cambios que acontecerán. Sobre todo, destacan la creciente presión que sufren las pesquerías a medida que crece la población, con lo que el resultado será una cesta de pescado más pobre y ejemplares más pequeños.
Aquí, la solución es también fácil de adivinar. Solo reduciendo las emisiones podremos impedir que estos pronósticos se cumplan, aunque atacar el problema de la sobrepesca también es vital para evitar que los peces sean pescados antes de tiempo y, por lo tanto, no alcancen su tamaño de adultos. En palabras de William Cheung, uno de los investigadores, los océanos se enfrentan a “un futuro muy preocupante”:
Es muy importante reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y, en todo caso, desarrollar mejores políticas de gestión de los peces para que puedan adaptarse de mejor manera a estos cambios.
Por lo tanto, habrá una doble contracción, la provocada por la sobrepesca, que merma las poblaciones de “pezqueñines” y la causada por el cambio climático. Sin olvidar, apuntan los expertos, que el CO2 acidifica el océano y pone contra las cuerdas a flora y fauna que constituye la base de la cadena alimentaria.
En definitiva, menos alimento para los peces. Y, puestos a completar el panorama, éstos también comen plástico y, visto lo visto, o no llegan a nuestros platos o lo hacen empequeñecidos y, en muchas ocasiones, además llegan cargaditos de desechos que, finalmente, acaban en nuestro estómago. De nosotros partieron y a nosotros volvieron. Dice la sabiduría popular que uno recoge lo que siembra, y en este caso la evidencia habla por sí sola.
Fuente y fotografía: Ecología verde