Existe una parte de la historia que permanece sumergida, oculta a la vista y también al conocimiento: el patrimonio arqueológico subacuático.
En opinión de los investigadores, las Islas representan uno de esos lugares donde se da un mayor riesgo de destrucción del patrimonio subacuático, debido a la progresiva actuación que representa la remodelación de puertos y al intensivo proceso de regeneración de las playas. Además, ciertos fondos de arena y lodo dificultan la prospección de la superficie marina.
Precisamente, la unidad de buceo de la Armada en Canarias tenía previsto desplegarse este fin de semana en aguas cercanas a la costa sudoeste de Tenerife, con el fin de inspeccionar un ancla tipo «almirantazgo», de unos dos metros de longitud, sumergida en el fondo y que podría haber pertenecido a uno de los pailebotes o goletas que se utilizaban para el tráfico mercante entre las islas, con la Península y América a finales del siglo XIX.
Ese y otros restos arqueológicos subacuáticos podrían ser una fuente de información muy valiosa sobre el acervo histórico y comercial de Alcalá y Guía de Isora en uno de sus periodos de mayor explosión demográfica, por lo que es muy conveniente su conservación, se explica en un comunicado.
El Gobierno de Canarias aprobó en 1995 la elaboración de cartas arqueológicas subacuáticas del Archipiélago, pero lo cierto es que se desconoce todo sobre restos conservados de buques hundidos a lo largo de los últimos seis siglos, unos testigos cuya existencia cabe deducir de los restos emergidos casualmente por buceadores aficionados y a partir de las mínimas colecciones públicas.
Se trata de superar la tradicional extracción aislada de cañones, anclas, ánforas, etc…
En relación con la bahía santacrucera, escenario de hechos bélicos documentados por fuentes históricas, en su fondo deben encontrarse los restos de un barco hundido de Antoine Alfonse Fonteneau de Saintonge durante el ataque pirático en 1552; hasta 11 naves que zozobraron a causa del temporal de 1591; siete barcos bajo la bandera de Robert Blake que fueron incendiados y hundidos, y más de cuatro que encallaron en 1657; un buque varado por un temporal en 1774; otro hundido y cuatro varados por otro temporal en 1779; unas 13 naves que se fueron a pique por el temporal y una varada en 1784, además del «Cuter Fox», de Horacio Nelson, hundido durante el ataque de 1797.
Los «elementos» impidieron al arqueólogo Alfredo Mederos precisar el lugar exacto del hundimiento de esta nave, a partir del lugar donde se efectuó el disparo que la llevó a pique.
ALGUNOS PECIOS
Caleta de San Marcos. Fue escenario de choques navales, como el sucedido entre un grupo de barcos de la flota del vicealmirante Pieter Van Der Does y tres naves artilladas en 1599. Se constata la extracción de un cañón de hierro recuperado junto a la punta de La Baja y de anclas, casi todas en el punto de fondeo de La Solaza.
Playa de La Coronela. Se ha documentado la presencia de un ancla de tipo almirantazgo con cadena de hierro, otra de una tonelada de peso y una tercera de 600 kilos y con un cruz gamada.
Playa de Vallehermoso, La Gomera. Se extrajeron dos cañones de bronce en 1969. Una prospección en 1995 puso al descubierto fragmentos de madera, cinco cañones de hierro, una treintena de balas de cañón, lingotes de hierro/plomo y objetos metálicos, de un navío del XVIII o comienzos del XIX.
Playa del Burrero. Ingenio. Hasta 1968 se extrajeron 15 cañones, balas y plomadas de sondeo. En 1994 se descubren restos del casco, aros de barriles, varillas de mosquetón, balas, pero en noviembre de 1995 una draga sepultó los restos.
Playa Bajo la Burra, La Oliva. Fuerteventura. Cañones y material de dos barcos españoles hundidos por los ingleses en 1780.
Fuente y fotografía: El Día