Cataluña sufrió en 2015 una meteorología excepcional; las temperaturas más altas de los últimos 65 años y pocas precipitaciones, un cóctel peligroso para una región mediterránea que tiende a sufrir episodios de sequía regularmente. Expertos consultados por EL PAÍS descartan, sin embargo, que vaya a haber cortes de suministro de agua en un espacio breve de tiempo. La lluvia de 2014 dejó los pantanos por encima del 80% a principios del pasado año. El estado medio de los embalses en estas épocas es del 67% (según la media de la última década), pero actualmente están alrededor del 74%, una situación que, según los expertos, asegura que en los próximos 12 meses no se produzca un episodio de sequía, siempre y cuando 2016 no sea tan seco como el año pasado.
Los observatorios catalanes registraron en 2015 datos históricos. En Barcelona, el Observatorio Fabra, que pertenece a la Real Academia de Ciencias y Artes, la temperatura media fue de 16,6 grados, la más alta del último siglo juntamente con 2006, y se acumularon solo 345 milímetros de agua, la cantidad más baja registrada y casi un 50% de la media de la recogida entre 1961 y 1990, periodo de referencia que usa el Servicio Meteorológico de Cataluña (SMC).
Los datos de la capital no son un caso aislado. En el 50% del territorio catalán se acumuló un 70% de la lluvia media registrada. En algunos puntos de las comarcas del Pla d’Urgell, el Bages, el Vallès Occidental y el Baix Llobregat cayeron cantidades inferiores al 50% de la media. Solo en el Pirineo occidental y en el macizo dels Ports, donde se puede calificar el año como lluvioso, y puntos del Pirineo, Prepirineo y el sur del litoral y prelitoral, en los que las cantidades caídas fueron “normales”, según datos del SCM, se salvaron.
No se trata solo de que el año pasado haya sido el más cálido y uno de los más secos de las series históricas. Es que, como señala un ejecutivo del sector del agua, la probabilidad aumenta porque Cataluña está acostumbra a pasar el 20% de su tiempo en sequía, lo que supone cada cinco años. Y hace siete que acabó el último de esos periodos. Si fuera cosa de la estadística, hace dos años hubiéramos sufrido otra crisis de agua.
En el Gobierno recuerdan el último episodio de sequía, el de 2008, el peor en los últimos 70 años. Entonces se desató una guerra del agua entre la Generalitat y el Gobierno central y entre sectores de la sociedad favorables al trasvase del Segre a Barcelona y los contrarios al proyecto. “El indicador de sequía no son las lluvias caídas, sino el estado de los embalses”, recuerda Maria del Carmen Llasat, profesora del Departamento de Meteorología y Astronomía de la Universidad de Barcelona (UB). De hecho, el Gobierno tripartito catalán fijó la activación del derecho de sequía derogado en 2009 cuando los pantanos llegasen a estar al 20% de su capacidad.
Narcís Prat, Catedrático de Ecología de la UB, asegura que 2008 no hubo escasez de agua, sino una “mala gestión”. Por lo que la situación actual, con tres veces más de agua que siete años atrás, es buena: “Las reservas de los pantanos aseguran el suministro para un año o un año y medio si no llueve más”. Además, añade, “Cataluña ha mejorado en la gestión del agua en estos siete años”.El único pero que pone Prat es la falta de inversión del Gobierno de CiU en los últimos años. “No han hecho prácticamente nada”.
“No podemos comparar las condiciones que tenemos ahora con las de 2008; estamos mucho mejor. Tendríamos que tener un año igual o peor que el pasado para comenzar a preocuparnos”, advierte Llasat. Pero las previsiones para 2016 no son buenas. La NOAA estadounidense (National Oceanic and Atmospheric Agency) realiza unos predicciones estacionales a unos meses vista en las que acostumbra a acertar y no prevé muchos cambios en la Península Ibérica hasta al menos el próximo mes de junio. Temperaturas altas y precipitaciones escasas que continuarán menguando las reservas de los embalses, como ha sucedido en el último año.
“Las predicciones estacionales nos anuncian que las lluvias serán inferiores en Cataluña a lo que es normal hasta junio y en el balance hídrico continuará afectando la temperatura, también superior a las que son normales. Luego la situación tiende a normalizarse”, señala Javier Martín Vide, Catedrático de Geografía Física de la UB. La fortuna es que actualmente los pantanos siguen estando en unos buenos niveles. “No veo señales de alarma en cuanto a recursos disponibles, pero sí de alerta como es habitual en el medio mediterráneo, donde hay que ahorrar agua”, asegura Vide.
Un matiz pesa sobre esas previsiones de la NOAA. La variabilidad del clima Mediterráneo, muy aislado por sus condiciones orográficas del cojunto del sistema climático. Y en el que la serie anual de precipitaciones puede cambiar en apenas dos jornadas de lluvias torrenciales. Esos tres días pueden convertir un año que era seco en otro lluvioso para las series climáticas.
Existe un acuerdo entre los científicos en achacar el aumento de las temperaturas registradas en los últimos años al cambio climático. Pero no así con el descenso de las precipitaciones. “La lluvia es muy incierta”, explica Llasat, quien matiza: “en lo que sí que hay un consenso entre los científicos es que el cambio climático es que cada vez habrá más sequías, ya que las rachas de días seguidos sin precipitaciones aumentará, pero también crecerán los episodios de tormentas”.
Fuente y fotografía: El País