En la lista de buenos propósitos para el nuevo año que ahora empieza añade uno más: adopta un lobo ibérico.

Uno bien salvaje, indómito, agreste, montaraz, zahareño. De pelo hirsuto e impresionantes ojos ambarinos, vivaces, intensos. De mirada tan intensa como aquella que un lejano día le dirigió un perseguido lobo burgalés a Félix Rodríguez de la Fuente y logró cambiar su historia y la de todos los que ahora amamos la naturaleza gracias a ese cruce de pupilas.

WWF, el Fondo Mundial para la Naturaleza en cuya creación participó el propio Félix hace ahora 50 años, nos propone tan original adopción. Una pequeña aportación anual dirigida no a un animal en concreto sino a toda la especie. Dinero que se empleará en diferentes acciones encaminadas a lograr el tan ansiado pacto de convivencia. Conservando sus hábitats y las poblaciones salvajes de sus presas naturales, sensibilizando a los cazadores y persiguiendo a los furtivos y el uso ilegal de lazos, cepos y venenos. También haciendo política de la buena, dialogando con administraciones y la población local para fomentar un clima de aceptación y armonía. Haciéndolo más rentable vivo que muerto. Fomentando el creciente turismo de observación de lobos en comarcas como Riaño (León) o la Sierra de la Culebra(Zamora), una oportunidad para el desarrollo económico sostenible del olvidado mundo rural.

Sí, es verdad. Son muchos los problemas. Ahora matamos más lobos que antes y con más saña. Las propias administraciones tienen cazalobos a sueldo entregados al exterminio de la especie. Muchos ganaderos se han radicalizado y sólo aceptan la máxima de que el mejor lobo es el lobo muerto. También algunos ecologistas se han echado al monte y no aceptan ni una muerte más.

Pero aunque sólo sea por el placer de escuchar alguna noche de luna su aullido desgarrado, merecerá la pena adoptar lobos.

Fuente y fotografía: 20 minutos