El título elegido por los autores de este libro (Narcís Prat, Joandomènec Ros y Francesc Peters) es toda una declaración de intenciones. Se trata de recordar la figura de este hombre sabio y darlo a conocer a las nuevas generaciones.
Pero sobre todo anuncia la voluntad de recuperar el ambicioso proyecto vital y científico de este barcelonés universal que quiso dar una explicación global y coherente a las diversas disciplinas que confluyen en la ecología y que interactúan en la biosfera, casi de la misma manera que Darwin encontró las claves que explican la evolución de las especies vivas.
Ramon Margalef López (Barcelona, 1919-2004) fue el primer catedrático de Ecología de España y en 1967 constituyó el Departamento de Ecología de la Universidad de Barcelona. Poseedor de numerosos galardones, como la medalla de oro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (2002), entre sus trabajos destacan la aplicación de la Teoría de la Información a los estudios ecológicos, y la creación de modelos matemáticos para el estudio de las poblaciones.
Los lingüistas han encontrado las reglas que mueven la lengua y Margalef quiso desentrañar la gramática oculta que ordena la naturaleza. En su búsqueda de esas reglas o patrones, quiso analizar los ecosistemas, para diferenciar los cambios y contrastes entre aquellos que tienen condiciones ambientales fluctuantes (con especies que dejan gran número de descendientes y son más plásticas) y condiciones menos variables (donde se seleccionan las especies especialistas). Atinó a diagnosticar cómo los ecosistemas terrestres eran más productivos que los marinos; se convirtió en un referente para los oceanógrafos por su análisis del plancton y los nutrientes… Su teoría de la información le hace ser radicalmente moderno.
Visión global
Su propósito fue siempre tener una visión global, un empeño que ha perdido fuerza en la ecología actual, que prefiere poner la lupa en lo inmediato, en analizar los detalles y deducir así las leyes de funcionamiento de la naturaleza, aunque de momento sin éxito por la intrínseca complejidad de los ecosistemas.
Al final de su carrera, Margalef asumió que la vida es extremadamente adaptable y que se rige por muy pocas leyes estrictas (como las que imponen la física, la química o la termodinámica). La naturaleza está limitada pues por barreras o caminos vedados (muchas especies no pueden vivir por encima de los 40 grados); pero dentro del terreno transitable está esa gran variedad de posibilidades de adaptación que es el origen de la biodiversidad.
Gran provocador
Margalef era un gran provocador. A los ecologistas militantes les criticaba enfurecido por su falta de base científica para sustentar sus afirmaciones, y a sus alumnos de biología le exigía que pasaran de la idea a la acción, mientras en sus años finales se obsesionaba por el papel del hombre como causante de los grandes cambios del paisaje o en el uso del agua.
Le disgustaba que en los años 1990, la atención se centrara en la conservación, el agujero de la capa de ozono o el cambio climático, porque para él distraía el esfuerzo más importante para concebir una biosfera unitaria. Diez años después de su muerte, este libro de la Universitat de Barcelona y de la Fundación Agbar nos sorprende por el gran número de áreas que cultivó y las variadas raíces que echó para que hoy puedan fructificar numerosas ramas de la biología en Catalunya gracias a sus numerosos discípulos.
Narcís Prat, Joandomènec Ros y Francesc Peters, sus autores, han hecho historia con este libro tan documentado (188 páginas).
Fuente y fotografía: La Vanguardia