Existe una relación entre el calentamiento global y los cambios en las trayectorias de las nubes, cuya naturaleza durante mucho tiempo se le ha escapado a la ciencia. La cobertura nubosa ha mermado en la zona tropical de al menos un 13% en los últimos 25 años, con relativo aumento de la absorción de radiación solar y reducción de las emisiones de infrarrojos al espacio. La consecuencia es obvia: el calentamiento global empeora.
Gracias a su función reflectante de la luz solar y a su capacidad de mantener el calor en la Tierra como una manta, las nubes determinan en gran medida el clima del planeta, pero sus características volátiles siempre han complicado su exacta representación en los modelos climáticos.
El Instituto de Oceanografía de la Universidad de California, en San Diego, sin embargo, ha publicado en Nature un estudio que muestra lo que está pasando por encima de nuestras cabezas en consecuencia del aumento de los gases de efecto invernadero.
Tras el análisis de los datos recibidos entre 1980 y 2000 por decenas de satélites y la eliminación de algunos errores instrumentales, los investigadores encontraron que la llamadas storm track – las pistas seguidas por las tormentas planetarias- se están moviendo gradualmente hacia los polos, mientras que las zonas secas subtropicales se están expandiendo.
La hipótesis de un ensanchamiento de los trópicos había sido sugerida ya en 2004 y el estudio ahora confirma que de los actuales 23 grados de latitud de los trópicos de Cáncer y Capricornio, pasaríamos en breve tiempo a los 40 grados, tocando así de pleno a España. Al mismo tiempo, esta deriva se acompaña, en todas las latitudes, al crecimiento del estrato más elevado de la cobertura nubosa.
La teoría se vuelve realidad
Estos datos confirman las que hasta hace poco eran tesis sostenidas sólo por modelos virtuales sobre las consecuencias de la acumulación de gases de efecto invernadero de origen humano. “Lo que este documento trae a la mesa es la primera evidencia creíble de que los cambios en las nubes predichos por los modelos climáticos, están ocurriendo de verdad”, advierte el autor del estudio, Joel Norris.
“Con el calentamiento global, es de esperar que la trayectoria de las tormentas se aproxime al polo y que también las zonas áridas subtropicales se expandan hacia los extremos – explica el científico-. El aumento de CO2 conduce a un enfriamiento de la estratosfera y al calentamiento de la troposfera. Esto significa que las nubes pueden alcanzar una altura mayor que en el pasado”.
El cambio en las trayectorias de las nubes hacia los polos aumenta el calentamiento, porque a una mayor latitud la cantidad de radiación solar que llega a la Tierra es menor y por lo tanto es menor también la cantidad desviada por las nubes. Al mismo tiempo, la mayor altura de las nubes hace que sean más densas, lo que significa que más infrarrojos o radiaciones de calor se quedan atrapados en lugar de acabar expulsados al espacio. “Ahora tenemos una manta más gruesa, lo que crea un efecto de calentamiento”, resume Norris.
Los factores que han provocado los cambios actuales parecen ser el aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero y una disminución del enfriamiento radiactivo volcánico, es decir, causado por las erupciones volcánicas que mandan a la atmósfera partículas de aerosoles capaces de reflectar hacia el espacio la radiación solar.
El estudio resume en detalle los cambios evidenciados en cada región del planeta: “la cantidad de nubes y albedo (el porcentaje de luz reflectada por una superficie) ha aumentado en el Océano Índico norte-oeste, en el Océano Pacífico tropical norte-oeste y sudoeste y al norte del Ecuador en los océanos Pacífico y Atlántico. En ambos hemisferios, la cantidad de nubes y albedo ha disminuido en los océanos en latitudes medias (especialmente en el Atlántico Norte), en el Océano Índico sur-este y desde el noroeste al sureste del área centro-tropical del Pacífico Sur”.
Los resultados publicados por la Universidad de California en sí no son nuevos: ya se incluyeron en los cálculos utilizados para averiguar la ‘sensibilidad’ del clima a los gases de efecto invernadero y hacer predicciones sobre los efectos negativos del calentamiento global. El análisis del comportamiento de las nubes nos aporta más una confirmación ulterior de la teoría existente – que ya era bastante negativa – que el descubrimiento de nuevos riesgos.
La situación, de hecho, ya es bastante clara. “La expansión de las zonas áridas a nivel mundial provocará un aumento del número de personas afectadas por la escasez de agua y la degradación de los suelos”, se puede leer en un reciente trabajo conjunto de universidades chinas y estadounidenses. Si el movimiento del cinturón de las nubes seguirá así, diferentes lugares, desde la California al Sudáfrica, pasando por España, podrían convertirse en sitios mucho más áridos.
Fuente y fotografía: La Vanguardia