Cuatro tortugas bobas (Caretta caretta) que van equipadas con dispositivos de geolocalización están viajando por el Mediterráno dos semanas después de su suelta por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), junto a otras ocho ejemplares en una playa de Almería.
La iniciativa busca aumentar la presencia en mar abierto de esta especie en peligro de extinción así como estudiar sus hábitos. En concreto, el CSIC informa que en estos días, dos de ellas han viajado hacia el norte de la playa de las Palmeras, donde se sumergieron en el mar y las otras dos se dirigieron al sur.
En concreto, el ejemplar bautizado como Pichirichi, el más activo de todos, ha logrado llegar a las proximidades de la isla de Formentera. Hacia el norte se dirige su compañera Rabiosa, que navega en mar abierto por el Golfo de Mazarrón.
Mientras tanto, Serena y Cocedora se encuentran a la altura de Carboneras, aunque esta última pasó primero por las proximidades del Cabo de Gata antes de volver a remontar la costa.
Estas tortugas, que nacieron en octubre de 2015 en la misma playa en la que fueron liberadas, miden entre 15 y 20 centímetros de longitud y pesan entre 700 gramos y un kilo.
Los dispositivos de GPS, de 35 gramos de peso, colocados por los investigadores sobre sucaparazón permiten realizar un seguimiento diario de su posición.
Cada vez que la tortuga sale a la superficie del agua envían información por satélite y, gracias a las placas solares con las que funcionan sus baterías, los dispositivos podrán mantenerse en funcionamiento hasta que dentro de unos meses, por la acción del crecimiento de la propia tortuga, se acaben desprendiendo del caparazón.
Esta especie puede vivir unos 50 o 60 años y construir 60 nidos a lo largo de su vida. En cada nido puede llegar a poner hasta 100 huevos.
El investigador del CSIC y director del proyecto, Adolfo Marco, ha explicado que con esta suelta pretenden dos objetivos muy diferentes: Por un lado, hacer seguimiento de estos dos ejemplares, recabar más datos y aumentar el número de tortuga boba en mar abierto, pero también «concienciar a la población sobre su especial situación, ya que están en peligro de extinción y los ciudadanos, con pequeños gestos, pueden hacer mucho para ayudarlas».
El nido de las tortugas que participan en esta iniciativa fue localizado en otoño del pasado año por una familia de pescadores que dio la voz de alarma para que fuese protegido. Un equipo del Centro de Rescate y recuperación de Fauna Equinac se desplazó a la zona para «proteger el nido» y tomar los primeros datos.
En cuanto nacieron las tortugas, un grupo de investigadores, coordinados por Marco, las recogieron y las distribuyeron en entre el Centro de Gestión Sostenible del Medio Marino Andaluz de Algeciras y el Acuario de Sevilla para que crecieran, se hicieran más fuertes y evitar así que fueran comidas por sus depredadores.
Fuente y fotografía: Diario de Navarra