La crisis económica repercute en la ralentización o paralización de mejoras en infraestructuras o servicios necesarios para proteger el medio ambiente: como inversión en transportes públicos de cara a una movilidad más sostenible, depuradoras, aprovechamiento de energías renovables, tratamiento de residuos, prevención de incendios (limpieza de montes, mayor dotación contra incendios…), inversiones en investigación, rehabilitación energética de edificios, apoyos a la regeneración de caladeros, y un larguísimo etcétera.
Las consecuencias de los recortes
Las consecuencias medioambientales de esos recortes económicos serán: mayor contaminación de aire, suelos y aguas con el consiguiente impacto sobre sus ecosistemas. Más incendios forestales o de mayor gravedad. Mayor progresión de la desertización (con la consiguiente pérdida de suelos fértiles, impacto sobre la diversidad…). Sequías (pérdida de cosechas, repercusiones sobre el turismo…). Mayor consumo de combustibles fósiles. Mayor deforestación (con la consiguiente liberación de CO2 a la atmósfera o a los océanos). Efectos que necesitan mayores inversiones para ser abordados. Y como no se invierte en la medida que es necesario su progresión, en lugar de ser aritmética, es geométrica.
Porque la falta de recursos económicos, como pasa a las familias que no pueden pagar sus deudas, sobre el medio ambiente, tiene efectos multiplicadores. Quizá producto de este razonamiento, este año, el Día Mundial del Medio Ambiente está dedicado al empleo verde.
La creación de empleo en sectores que protejan al medio ambiente a la vez que protegen a las personas de la pobreza, parece perfilarse como la única vía cabal en estos tiempos en los que cada vez más personas se rebelan ante un sistema de producción, consumo, y gestión de los residuos que pone en peligro un mínimo bienestar para generaciones que ya «han venido».
El modelo capitalista impone trabajar más horas, durante más tiempo, para producir más , disponer de más dinero, consumir más , contaminar más, agotar más recursos naturales, alimentar ese mundo dual en el que los que más tienen salen reforzados y los que menos, debilitados pero más numerosos para que la pirámide no se tambalee.
Soluciones
Contrariamente el empleo verde propone conjugar el respeto al medio ambiente con cubrir unos mínimos vitales para vivir, repartiendo las horas de trabajo y el beneficio económico. Esa dimensión socio-medioambiental es la única vía para el desarrollo sostenible.
No es, por ejemplo, «empleo verde» gestionar una planta de tratamiento de residuos donde unos operarios separan algunos plásticos y metales que tendríamos que haber separado los ciudadanos en nuestras casas. Enterrando en el vertedero todo aquello que llega tan contaminado o deshecho (vidrio, pilas, papel, baterías de coche…) que es difícil o imposible mandar a reciclar.
Desarrollo sostenible, reducción de emisiones que contribuyen al cambio climático, freno en la pérdida de biodiversidad, drástica reducción del consumo de carne, planificación familiar global para ralentizar la brutal superpoblación que agota al planeta, concienciación sobre el óptimo aprovechamiento de los recursos alimentarios (en los países desarrollados la mitad de los productos perecederos acaban en la basura), mejora de los sistemas de transporte y conservación de productos perecederos en países en vías de desarrollo (donde la mitad de los productos alimentarios se pierden por esta razón), son las claves para perpetuar nuestro bienestar sin matar a este planeta enfermo. Todo ello está íntimamente relacionado de manera que mitigar un fenómeno repercute positivamente en los otros. Recuerden: reflexionar antes de consumir bienes y servicios, reutilizar y reciclar. No queda otra.
Fuente: Fundación Melior