La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible fija en su Objetivo 6 el acceso universal, equitativo y asequible al agua potable. Íntimamente ligado, el 2 también establece poner fin al hambre y garantizar la seguridad alimentaria para todos. Esto significa generar suficiente comida para una población en aumento que en 2050 superará los 9.000 millones de personas, un desafío en términos de agua dado que la producción de alimentos actualmente consume el 70% de los recursos hídricos utilizados en el mundo. Si a esto unimos sequías e inundaciones cada vez más frecuentes y un proceso de desertificación en aumento —a un ritmo de 12 millones de hectáreas al año—, ¿cómo afrontaremos los desafíos del agua en los próximos 15 años?
Durante mucho tiempo, en el ámbito del desarrollo, la solución a los problemas de abastecimiento de agua ha estado polarizada exclusivamente en la construcción de infraestructura. La orientación de los ya extintos Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) hacia el número de personas con cobertura de agua y saneamiento intensificó la atención en la construcción de acueductos, canales, pozos y demás sistemas mejorados de agua limpia, movilizando miles de millones de dólares desde la ayuda bilateral, multilateral y los bancos de desarrollo en la última década. Esto ha tenido un efecto muy positivo en mejorar la situación mundial. Según el informe conjunto de la OMS y Unicef sobre agua y saneamiento, 2.300 millones de personas en el mundo ganaran acceso a fuentes de agua potable entre 1990 y 2012, incrementándose la cobertura global al 91% de los habitantes.
Sin embargo, la experiencia también ha demostrado que las obras en sí mismas no son siempre la respuesta al problema. Son numerosas las ocasiones en las que grandes inversiones se han perdido por abandono o mal funcionamiento de las ya construidas. La falta de pertinencia cultural y social, la débil apropiación local y la dificultad para la sostenibilidad económica y técnica han sido frecuentemente causa de este fracaso.
En el estudio realizado por ONU Aguasobre la situación de la gestión de los recursos hídricos para la Conferencia Rio +20 se expone que un enfoque integral en la gestión de los recursos hídricos es esencial para avanzar hacia una economía verde, el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza y la creación de medios naturales resistentes a los eventos climáticos. Esto significa que más allá de la inversión en nuevas infraestructuras hídricas, la clave está en incrementar las capacidades de gestión local mediante una gobernanza transparente y democrática del agua.
En el Fondo para los Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDGF, por sus siglas en inglés) los programas que estamos implementando responden a esta visión, utilizando un enfoque de promoción de sistemas de gobernanza democráticos, transparentes e integrados con la adaptación al cambio climático. Un buen ejemplo es nuestro programa conjunto Pro-Water en Filipinas —país en el que menos del 60% de hogares trata el agua para beber—. Capacita a los ciudadanos de comunidades vulnerables con acceso a servicios de agua potable y saneamiento sostenibles.
Mediante el trabajo coordinado de agencias de la ONU, gobierno local y otros socios en la región, fomentamos la participación de mujeres y niñas en proyectos de saneamiento, agua limpia e higiene. Se involucran en todas las etapas: desde la planificación y la toma de decisiones, hasta las fases de seguimiento y aplicación. El objetivo final, además de mejorar la salud de las personas, es capacitar al gobierno local haciendo partícipes a los ciudadanos en la gestión del agua potable, el saneamiento y la higiene de sus comunidades.
La experiencia del SDGF muestra cómo la democratización del proceso de toma de decisiones en cuanto a la construcción, diseño e identificación de necesidades en infraestructuras y gestión de los recursos hídricos logra un empoderamiento de la población y una mejora en el rendimiento de cuentas, al tiempo que contribuye a cerrar las brechas que generan desigualdad en oportunidades y capacidades. Si queremos plantar cara al desafío creciente del agua en el siglo XXI, con nuevas infraestructuras ya no basta. Debemos avanzar en gobernanza transparente y capacitación local.
Fuente y fotografía: El País