La humanidad afronta un reto de cara a los próximos años del cual depende su continuidad tal y como lo conocemos. Paliar los efectos del cambio climático y buscar soluciones para lograr una adaptación que asegure la supervivencia de la biodiversidad y la especie humana son los objetivos más inminentes para la comunidad científica, gobiernos e instituciones y organizaciones de dicho sector. En medio de esta tesitura, que muchos ven con tintes apocalípticos y otros como un asunto que ha tomado una notoriedad desproporcionada, la zona del Mediterráneo se ha convertido en un escenario ineludible al que mirar para comprobar los efectos y buscar soluciones. Una de las áreas que más notará los cambios que traerá consigo el aumento de la temperatura global y la expulsión de los gases nocivos a la atmósfera.
Con motivo de la Celebración del Día Meteorológico Mundial, el coordinador de relaciones en España del Centro de Cooperación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), Andrés Alcántara Valero, ofreció una conferencia bajo el título «Los retos de la adaptación del cambio climático en el Mediterráneo» en la que desglosó cuáles son los principales efectos de este fenómeno en la zona y qué líneas de actuación se llevan a cabo para lograr que el impacto sea inferior y buscar soluciones viables.
Acompañado del director de la Agencia Estatal de Meteorología de Málaga, José María Sánchez, y el subdelegado del Gobierno en Málaga, Miguel Briones, el experto detalló que los impactos más inminentes en la provincia del cambio climático se centran en el mar Mediterráneo. El aumento del nivel mar es uno de los principales factores que esconde este desastre ecológico y se estima en una subida anual de entre 1 y 3 milímetros, una cantidad imperceptible en un periodo de tiempo corto pero que supondría la subida de entre 50 y 60 centímetros dentro de 80 años, al terminar el siglo XXI.
Otra de las cuestiones que estudian y preocupan a la comunidad científica está ligada a la acidificación del mar. Un término que responde al descenso del pH del agua motivado por la absorción del dióxido de carbono de la atmósfera. Uno de los efectos de este proceso, según explicó el propio Alcántara, propiciaría la pérdida de la biodiversidad marina. El mar de Alborán está muy influenciado por las corrientes marinas atlánticas y la acidificación, junto con la influencia del cambio climático en las corrientes, daría lugar a la disminución e incluso pérdida de algunas pesquerías, entre ellas, la sardina. Estos son las dos grandes apartados que indicó Alcántara, que se remitió al informe del cambio climático sobre el Mediterráneo del Instituto Español de Oceanografía que ya valoró al realizar sus conclusiones. Cuestiones que entrelazan variables económicas, medioambientales y de agricultura y pesca que han propiciado que todas las entidades aúnen esfuerzos para buscar soluciones antes de que el impacto se agrave.
Una de las vías que trabaja el UICN para abordar este problema global reside en la propia naturaleza a través de varios proyectos y programas que están en activos en la actualidad. «La naturaleza aporta soluciones sociales económicas y ambientales», sentenció Alcántara. Entre los proyectos que mencionó expuso la apuesta por la conservación y utilización sostenible de la estación de biogás de Los Ruices; el proyecto Life, a través del cual se aplica tecnología a nivel terrestre para ver la adaptación de la naturaleza en tres enclaves de Andalucía (Sierra Nevada, el Cabo de Gata y el Parque Nacional de Doñana); el programa Cristal, destinado a aplicar la metodología de este ámbito a los modelos sociales a través del 2.0; y la creación de un atlas de las praderas marinas, junto con el Instituto de Oceanografía, que sentará las bases de las políticas a aplicar en el medio marino.
«Las praderas marinas de las Islas Baleares almacenan tanto Co2 como 105 años de emisiones que se dieran en la propia isla. Si lo cuantificamos con respecto a los valores de la COP –Conferencia de las Partes– serían 4.000 millones de euros», indicó también Andrés Alcántara.
Fuente y fotografía: La Opinión de Málaga