Donald Trump ha dicho y prometido muchas barbaridades durante la campaña electoral pero ninguna ha generado tanta preocupación en Estados Unidos y en el resto del mundo como su posición negacionista respecto al cambio climático y sus promesas para “salvar la industria del carbón y terminar la guerra contra los mineros”.
Entre las primeras actuaciones que promete llevar a cabo si conquista la Casa Blanca es desvincular a su país del Acuerdo de París. Un total de 375 científicos estadounidenses, entre ellos 30 premios Nobel, han advertido sin embargo recientemente de los riesgos que conlleva para la humanidad el plan energético del candidato republicano.
Trump considera que “el concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para atacar la competitividad de la industria estadounidense”. Se trata de una afirmación que hizo vía Twitter hace cuatro años y que luego ha querido relativizar. “Es por causas naturales”, dice ahora.
Su programa energético plantea dejar sin efecto todas las acciones de Obama que “son destructoras de empleo”, incluyendo el plan de acción sobre el clima. Trump se erige en salvador de la industria del carbón, promete renovar la solicitud de permiso del oleoducto Keystone (Canadà-Golfo de México), vetado por Obama, y se propone fomentar la producción de petróleo y gas natural. También ha dicho que cancelará el acuerdo sobre el clima de París y detendrá la financiación estadounidense a los programas de la ONU contra el calentamiento global.
Sus propuestas no convencen ni siquiera a los expertos del sector, que ven incompatible jugar al mismo tiempo a favor del carbón y del gas natural. Los hermanos Charles y David Koch, magnates de la industria del petróleo, que son además los donantes republicanos más generosos, se han desmarcado de Trump, y han desviado millones de dólares que debían apoyar la candidatura a la presidencia hacia aspirantes conservadores a escaño en el Senado y en la Cámara de Representantes para garantizar que los republicanos mantengan el control del Congreso aunque la presidenta sea la demócrata Hillary Clinton.
Es bastante probable pues que, aun conquistando la presidencia, Trump no pueda llevar a cabo todas sus ocurrencias, pero supondría en todo caso un retroceso enorme en la implicación de la primera potencia económica en la lucha contra el cambio climático.
Trump no convence a los Koch Brothers, pero está claro que el lobby de la industria del petróleo le prefiere a él que a Hillary Clinton, que promete continuar la política de Obama. No hay que olvidar que algunas de las ideas expresadas por Trump también figuran en la plataforma programática del Partido Republicano aprobada en la Convención de Cleveland el pasado mes de julio. Fue entonces cuando Noam Chomsky, prestigioso intelectual del Instituto de Tecnología de Massachusetts, declaró a La Vanguardia que “el Partido Republicano se ha vuelto tan extremista en las políticas que propone y en su retórica que plantea un grave peligro para la supervivencia del ser humano”.
Los miembros de la Academia Nacional de Ciencias que se vieron obligados a pronunciarse lo hicieron en una carta abierta en la que advierten: “El cambio climático causado por los humanos no es una creencia, un engaño o una conspiración. Es una realidad física”. Y añaden que “las consecuencias de la exclusión voluntaria de la comunidad internacional serían graves y de larga duración, para el clima de nuestro planeta y para la credibilidad internacional de Estados Unidos”.
También un sinfín de famosos se han pronunciado contra la actitud de Trump. Sin mencionarlo, Leonardo di Caprio, que visitó la Casa Blanca el mes pasado, hizo una declaración concluyente: “A alguien que no cree en el cambio climático, que no cree en los hechos, en la ciencia, ni en las verdades empíricas, en mi humilde opinión, no se le debe permitir que ocupe cargos públicos”.
Fuente y fotografía: La Vanguardia