No es ninguna exagerada metáfora sobre la ralentización de la economía china, sino un problema físico muy real. Según un reciente estudio publicado por el medio de divulgación científica «Remote Sensing», el suelo de la capital china se está hundiendo por el excesivo bombeo de sus aguas subterráneas.
Con más de 20 millones de habitantes y un desenfrenado crecimiento urbano, la capital china se abastece principalmente de pozos subterráneos, pero su capa freática se está secando y, como consecuencia, el terreno está cediendo. En algunos distritos, como la zona financiera y comercial de Chaoyang, hasta once centímetros al año, lo que hace temer por la construcción de nuevos edificios o líneas de metro.
Tal y como informa «The Guardian», este estudio ha sido efectuado con un tipo de radar, denominado InSAR, que detecta los cambios en la elevación del terreno. Sus datos han sido recogidos por siete expertos, entre los que figura el español Roberto Tomás, de la Universidad de Alicante, que alertan de los riesgos para la ciudad. «Actualmente estamos llevando a cabo un análisis detallado del impacto del hundimiento del terreno en infraestructuras cruciales, como por ejemplo los trenes de alta velocidad, en el valle de Pekín», explicó al citado diario el científico español junto con dos de sus colegas chinos: Chen Mi, de la Universidad Normal de la Capital, y Li Zhenhong, de la Universidad de Newcastle, en el Reino Unido.
Alrededor de la ciudad, hay decenas de miles de pozos subterráneos que no paran de bombear agua para la agricultura, la industria y los jardines, drenando el subsuelo y contribuyendo a agravar aún más un problema endémico en el norte de China: la sequía. Aunque las autoridades ya prohíben abrir pozos subterráneos cerca de las vías del tren y han cerrado cientos de ellos, especialmente en el distrito de Chaoyang, la aplicación de la ley todavía es muy laxa.
Gigantescos trasvases
Según el portal de noticias Sina, el país necesita cada año unos 3.500 millones de litros de agua, cuyo consumo ha aumentado de forma paralela a su extraordinario crecimiento económico. Para paliar la escasez de agua en el norte de China y suministrar a Pekín 44.800 millones de metros cúbicos, el año pasado se inauguró un gigantesco trasvase desde el sur que costó 58.000 millones de euros y consiste en una red de 2.400 kilómetros de canales y túneles. Ahora está por ver si dicho trasvase resulta efectivo para calmar la sed de Pekín, que es la quinta ciudad del mundo con más problemas de suministro de agua.
Fuente y fotografía: ABC