Al igual que España está situada justo en las antípodas de Nueva Zelanda, cerca de los dos polos de la Luna, uno en las antípodas del otro, se localizan sendos depósitos de hidrógeno –probablemente formados por hielo de agua– que delatan dónde estuvo hace miles de millones de años el eje de rotación de nuestro satélite.
Así lo apunta el estudio que científicos estadounidenses, liderados por Mateo Siegler desde el Instituto de Ciencias Planetarias en Arizona, publican esta semana en la revista Nature. El desplazamiento del eje ha sido del orden de seis grados, según sus cálculos.
“Los depósitos de hidrógeno polar guardan pruebas de que el eje de rotación de la Luna ha cambiado, ya que están situados uno en las antípodas del otro (una línea trazada de uno a otro pasaría por el centro lunar) y desplazados a igual distancia de cada polo en direcciones opuestas”, señalan los autores.
La situación de estos gélidos depósitos de hidrógeno, que desde la década de los 90 se analizan con la ayuda de espectrómetros de naves como Lunar Prospector, no es compatible con la posición donde se esperaría encontrar el hielo según el ambiente térmico lunar de hoy en día.
Los datos indican que el cambio del polo de rotación, conocido como ‘desplazamiento polar verdadero’, se originó por variaciones dentro de la estructura interior de la Luna. En concreto Siegler y sus colegas argumentan que fue causado “por una anomalía térmica de baja densidad por debajo de la región Procellarum”, un vasto mar de lava situado en la zona más próxima de nuestro satélite.
Un ardiente océano de las Tormentas
Esta región, también llamada océano de las Tormentas, fue bastante activa geológicamente en los comienzos de la historia de la Luna. Los científicos la asocian con una alta abundancia de radioelementos generadores de calor, flujos térmicos y una antigua actividad volcánica.
Esto lleva a los autores a concluir que el desplazamiento del eje de rotación sucedió hace miles de millones de años y que una gran parte del hidrógeno polar registrado ahora es muy antiguo, lo que también sugiere que el agua (formada por hidrógeno y oxígeno) ya estaba presente durante la formación del sistema solar interior.