Nuestros mares y océanos albergan un ecosistema submarino que, hasta ahora, nunca había sido cartografiado. Es el de las angiospermas, más conocidas como praderas marinas. Esta especie de bosques sumergidos ocupa más de 1.618 kilómetros cuadrados que tapizan las costas españolas. A pesar de su relevancia, este ecosistema nunca había sido estudiado con detalle y su influencia en publicaciones era claramente reducida. El Atlas de las praderas marinas de España, la primera enciclopedia completa sobre el ecosistema, pretende acabar con este desconocimiento.
Se trata de una obra colectiva en la que han participado más de 80 autores y 30 organizaciones (desde universidades e instituciones públicas, hasta Gobiernos regionales, empresas privadas y ONG). En conjunto han creado el primer gran atlas sobre la distribución, extensión, estado actual y amenazas de las angiospermas marinas. Un trabajo no solo único en España, sino en Europa. «Este espléndido atlas tiene que servir como modelo para que otros países europeos y del mundo se animen a cartografiar y conocer el estado de sus praderas marinas», ha exhortado este viernes el profesor de la Universidad de Nijmegen (Países Bajos) y una autoridad en la materia, Cornelis den Hartog, en la presentación del atlas.
Las angiospermas (o fanerógamas) marinas son plantas adaptadas a vivir completamente sumergidas en el mar. Son conocidas como praderas marinas debido a que ocupan grandes extensiones. En España hay cinco importantes especies: Posidonia oceánica (son las más abundantes y se encuentran en el Mediterráneo, donde se les conoce como algares),Cymodocea nodosa, Zostera noltii,Zostera marina y Halophila decipiens. A pesar de ocupar 1.600 kilómetros cuadrados, las praderas son el gran desconocido de los ecosistemas marinos frente a, por ejemplo, los corales, que ocupan la mayoría de las publicaciones y han logrado una mayor difusión. «Cuando alguien ve una foto de corales marinos, sea o no experto, sabe identificarlos, pero cuando ve las angiospermas es probable que no sepa de su existencia y mucho menos de su relevancia», ha explicado Juan Manuel Ruiz, investigador del Instituto Español de Oceanografía y uno de los editores del atlas.
Pero la realidad es que estas praderas marinas son las causantes, entre otras cosas, de algo tan conocido y apreciado como las aguas transparentes de las islas Baleares. Sin la pradera posidonia, la variedad imperante en el Mediterráneo, no existirían los tonos azules ni las aguas transparentes en esta zona del Mediterráneo (un metro cuadrado de estas plantas produce entre 10 y 15 litros de oxígeno al día). «Lástima que a veces sean confundidas con algas», se lamentan los expertos. Otras de sus funciones son: proteger el fondo marino frente a la erosión, curar a muchos organismos marinos (incluso para aquellos que viven en otros ambientes), servir de alimento para migrantes de marea (como pájaros, grandes peces o mamíferos), mejorar la acidificación de los océanos o renovar los nutrientes marinos.
A pesar de estos potenciales, la extensión de las praderas marinas no deja de reducirse. Las grandes amenazas a las que se enfrenta son la contaminación y las infraestructuras portuarias. «Son un gran peligro los vertidos de las aguas residuales, industriales y mineras; además de la construcción de grandes puertos, de playas artificiales o de atracciones turísticas en las costa», explica Ruiz. Hace décadas también se veían muy afectados por la pesca de arrastre, especialmente en el Mediterráneo, pero ahora influye el fondeo no regulado. «Los barcos fondean en cualquier zona sin pensar en las consecuencias que tiene para el fondo marino», razona el investigador.
La repoblación de las praderas no está funcionando, las estadísticas mundiales hablan de menos de un 37% de casos repoblados con éxito. Por lo que una de las grandes esperanzas de este atlas es que sirva para difundir la biodiversidad que alberga este ecosistema. Así al mismo tiempo que puede utilizarse como modelo para otros países, puede ser una herramienta para lograr su conservación. No solo por su papel ecológico, sino, como ha explicado Ruiz, «por conservar las cosas por lo que son y no por lo que producen».