Un estudio internacional, con participación de la Universidad de Alcalá, ha analizado los rasgos biológicos de las diferentes especies y de sus parientes las rayas para determinar cómo evolucionó el gigantismo con el paso del tiempo. Según los expertos, la alimentación y la temperatura corporal son algunas de las condiciones que determinan su tamaño.
Uno de los tiburones gigantes más famosos es el megalodón, un depredador activo que pudo medir 18 metros de longitud y que se extinguió hace unos dos millones de años. Sin embargo, el tiburón ballena, que existe en nuestros días, también puede alcanzar dimensiones similares, sin ser un depredador de grandes presas, ya que es un filtrador que se alimenta exclusivamente de plancton, una dieta bien diferente.
Partiendo de esta comparativa, que incluye además información de más de 450 especies de tiburones y rayas, un estudio internacional, en el que ha participado Juan López Catalapiedra de la Universidad de Alcalá, determina que el tamaño de estos animales está relacionado con su estrategia de alimentación, pero también con la capacidad de algunas especies de predadores de retener calor en los músculos relacionados con la natación, lo que se conoce como mesotermia.
La adaptación mesotérmica permite a los tiburones que la desarrollan vivir en diferentes tipos de hábitat, incluyendo las aguas frías. Además, les permite cazar de forma eficaz presas de gran tamaño, ya que alcanzan mayor velocidad y cubren distancias más largas. Por su parte, la adaptación a dietas filtradoras permite comer el alimento más abundante del océano, el plancton.
Sin embargo, son varias las dificultades que van aparejadas a la evolución tendente al gigantismo. Las especies mesotérmicas necesitan consumir grandes presas para mantener sus elevadas necesidades energéticas, por lo que, cuando esas especies son escasas, los tiburones gigantes mesotérmicos son más susceptibles de desaparecer. De hecho, la escasez de presas grandes en tiempos de cambio climático drástico fue la causa más probable de la extinción del megalodón.
Los más amenazados
Por su parte, los filtradores han mostrado más capacidad de adaptación a cambios climáticos pasados, aunque en la actualidad corren el riesgo de ingerir grandes volúmenes de microplásticos tóxicos que se encuentran en las aguas de los océanos, lo que igualmente amenaza su supervivencia.
«Hoy hay tan solo 20 especies de tiburones y rayas de las casi 500 que pueden superar los seis metros y podríamos llamar gigantes. Ahora sabemos que el hecho de que sean ecológicamente diferentes, filtradores o mesotermos, ha sido crucial para que lleguen a ser así de grandes. Esto los hace aún más únicos. Tristemente son precisamente estas especies las más vulnerables a factores como la sobrepesca y las altas concentraciones de microplásticos en los océanos”, concluye López Cantalapiedra.