Bien planteada, la lucha contra el cambio climático puede ayudar a mejorar la riqueza de los países, según concluye la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) en un nuevo estudio, según informa Ecología Verde.
De acuerdo con sus cálculos, la organización cree que podría elevar el PIB global un 2,8 por ciento de promedio para 2050. Si además tenemos en cuenta los perjuicios que nos evitaríamos gracias a la mejor adaptación a los eventos extremos, el, el crecimiento rozaría el 5 por ciento (4,7 por ciento).
Pero darle la vuelta a la situación y convertir un problema en un impulsor de la economía no es fácil. El estudio estima necesario llevar a cabo una serie de medidas de forma urgente, habida cuenta del drama que se nos avecina, y de que éstas estén bien calibradas para propiciar una transición energética capaz de hacer crecer el PIB de los países del G20 de un 2,8 por ciento a un 5 por ciento en 2050.
La organización considera que estas políticas contra el cambio climático pueden potenciar el crecimiento económico en lugar de convertirse en un problema que no cese de actuar como lastre de las economías. En concreto, cree que de no actuar las catástrofes naturales supondrán una caída de un 10 por ciento en el PBI global.
Las economías verdes traen crecimiento
“En décadas pasadas, hablar de crecimiento y políticas verdes parecía una contradicción, pero ya no lo es. Las inversiones en este sentido son buenas para el desarrollo y el empleo”, explica José Ángel Gurría, secretario general del organismo.
A su juicio, se trata de una interacción positiva capaz de crear sinergias positivas. “No es que no interfieran, es que lo uno refuerza lo otro”, concluye.
Invertir en infraestructura limpia
Avanzar en sostenibilidad significa hacer especial hincapié en inversiones relacionadas con este ámbito, incluyendo distintos tipos de “infraestructuras modernas, inteligentes y limpias”. Se trata de un “factor crítico” para avanzar por el buen camino.
Además de las inversiones en infraestructuras relacionadas con la sostenibilidad, las decisiones políticas pueden hacer una gran diferencia a la hora de reducir emisiones. Las propuestas son muchas, en especial la idea de aplicar un “gran impuesto” al dióxido de carbono (CO2), principal gas de efecto invernadero o acabar con las subvenciones a los carburantes, entre otras.
Una urgencia que reclama acción
“No hay otro camino que el desarrollo ecológico”, asevera Gurría. Solo caminar hacia la sostenibilidad nos indicará el camino correcto, el que demanda el contexto en el que nos encontramos, viene a decir el experto. Y nos pone un ejemplo. Apoya sus palabras con números para destacar la importancia que tiene invertir en sostenibilidad.
La razón es obvia: acabamos ganando, y no solo a nivel ambiental, sino también amortizando la inversión e incluso obteniendo beneficios económicos. Sale rentable hacerlo porque invertir tan solo un 9,5 por ciento más en obras para hacerlas sustentables nos encontraremos con que “la inversión será seguramente contrarrestada con el tiempo gracias al resultante ahorro en combustible”.
La actuación coordinada mediante políticas climáticas abarca muy distintos campos. En particular, se piden “principalmente reformas fiscales y estructurales sólidas combinadas con una política climática coherente”.
El crecimiento que se consigue a través de esas políticas proporciona beneficios a corto plazo a nivel laboral y de salud pública, al tiempo que repercute también de forma directa en un “crecimiento que reducirá los riesgos del cambio climático de modo significativo”, concluye el informe.
El informe también estima las necesidades de inversión que se precisan para frenar el cambio climático. Es decir, para cumplir los objetivos del Acuerdo de París, lo cual significa que el aumento de las temperaturas no supere los 2 grados centígrados.
Aunque dicho Acuerdo climático aspira a mejorar ese objetivo, superar la barrera de los 2 grados centígrados es un objetivo de mínimos, ya que en caso de no lograrlo se llegaría a una situación mucho más difícil de controlar. Básicamente, de no retorno, en la que los eventos extremos cobrarían una fuerza y tendrían una mayor frecuencia.
El informe considera que los países del G-20 deben estar especialmente comprometidos, puesto que no solo tienen recursos para afrontar este problema global al concentrar el 85 por ciento del PBI global, sino que además tienen una gran responsabilidad al respecto.
En concreto, se especifica que este grupo de países emiten el 80 por ciento de las emisiones de CO2, apuntando que “no hay excusas económicas para no actuar”, ya que además “la urgencia de actuar el alta”.
¿Pero, cuándo dinero hay que poner sobre la mesa? El informe calcula que serán necesarios alrededor de 7 billones por año hasta el 2030. Siempre teniendo en cuenta la importancia de realizar planteamientos adecuados, aquellos que permitan ir cumpliendo con los compromisos adoptados en el presente y en el futuro dentro del marco parisino.
Más allá de aportar soluciones a reducir emisiones y a la prevención y adaptación a posibles eventos extremos, el quid de la cuestión, según la OCDE, consiste en hacerlo creciendo. En lugar de ver el cumplimiento de los objetivos climáticos como un lastre para el avance económico, se da la vuelta a esta idea, convirtiéndolo en un beneficio.
Pasar a la acción significa, en definitiva, convertir el humo en luz, hacer de este desafío una oportunidad para el crecimiento. ¿La cuadratura del círculo? Según la OCDE y cada vez más expertos, una posibilidad real que está ahí, esperando a que la decisión política la lleve a cabo. Una vez más, la inteligencia política es clave para que las cosas empiecen a cambiar, por fin.