Se estima que existen alrededor de 10.000 grandes cañones en todo el mundo, algunos de ellos con más de 2000 metros de profundidad y cientos de kilómetros de longitud.
Los cañones comunican la plataforma continental con los fondos marinos y son un lugar de refugio, hábitat, reproducción y cría de muchas especies (corales de agua fría, peces, crustáceos…).
Sin embargo, pese a su relevancia ecológica, solo el 10% de todos los cañones identificados en el mundo se encuentran protegidos dentro de Áreas Marinas Protegidas (AMP), y éstas no están distribuidas equitativamente en los distintos países. Además, como ocurre en España, la protección se centra exclusivamente en las zonas más someras de los cañones, advierten investigadores del Instituto Español de Oceanografía (IEO) y el Instituto de Ciencias Marinas de Barcelona (ICM) del CSIC.
El estudio que han publicado recientemente en la revista Frontiers in Marine Science destaca que muchos de los cañones son ricos en nutrientes, lo que los convierte en lugares preferentes de alimentación para peces, crustáceos y mamíferos marinos. «Y donde hay peces hay pescadores, por tanto, son lugares que contribuyen a la economía local», apunta Ulla Fernández-Arcaya, del IEO. «Un ejemplo de ello es la importante pesquería de gamba roja que se concentra en los numerosos cañones submarinos que inciden el margen continental catalán», señala la experta.
El trabajo de revisión que identifica el estado ecológico de los cañones y las estrategias actuales y futuras para su conservación ha sido desarrollado por un equipo multidisciplinar de investigadores que forman parte de la Red Internacional de Investigación e Intercambio Científico de Cañones (INCISE).
Además de la pesca, los cañones también sufren los impactos de la contaminación, el vertido de residuos mineros terrestres, la acumulación de basura y la extracción de petróleo y gas. A largo plazo, los efectos del cambio climático pueden llegar a modificar la intensidad de las corrientes dentro de los cañones, lo que se prevé que afecte la estructura y el funcionamiento de las comunidades del cañón, así como a la cantidad de nutrientes que llegan a los ecosistemas profundos.
«El presente estudio no solo identifica la importancia ecológica de los cañones, sino que también destaca la necesidad de una mejor comprensión de los impactos antropogénicos en los ecosistemas de cañón», comenta Fernández-Arcaya.
«También, este estudio evidencia qué tipo de nuevas tecnologías de monitoreo ecológico continuo, como las plataformas bénticas video cableadas, se puedan aplicar en estos complejos ambientes», destaca Jacopo Aguzzi del ICM.
Por todo ello es necesario combinar las investigaciones de diferentes disciplinas, para tener una visión completa de lo que sucede en estas estructuras morfológicas submarinas, objetivo que trata de cubrir la red INCISE, informan ambas instituciones en una nota.
Fuente y fotografía: ABC