Más de dos millones de abejas murieron el pasado 1 de febrero a causa de una intoxicación masiva en la pedanía de Cañada de Gallego, en Mazarrón (Murcia). Un manto negro de insectos sembraba al día siguiente el terreno en el que el propietario tenía sus 180 colmenas. Todo indica que el suceso se debió a una fumigación con insecticidas en un campo cercano de nectarinos.
La muerte por insecticidas es una de las causas del declive de las abejas en Europa, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Pero son muchos otros los peligros que acechan a los insectos polinizadores. El aumento de la intensificación de la agricultura ha provocado la degradación de sus hábitats.
Los episodios de intoxicación masiva de abejas se han ido haciendo más frecuentes los últimos años en València y Murcia, donde la agricultura intensiva utiliza enormes cantidades de plaguicidas (insecticidas y herbicidas) para hacer más competitivos sus frutales y cítricos. “Un aumento de productos fitosanitarios y el empleo de variedades con una floración más temprana son un cóctel aniquilador para las abejas”, indica Carlos Zafra, veterinario de la Asociación de Apicultores de la Región de Murcia.
“El problema lo estamos teniendo con los árboles frutales, sobre todo con el nectarino y el melocotonero, y con los cítricos. Se emplean variedades que empiezan la floración en enero, cuando las abejas empiezan a despertarse. Llegan a la flor muertas de hambre y mueren envenenadas”, explica Fernando Calatayud, técnico de la Agrupación de Defensa Sanitaria Apícola de València (Apiads), que reúne a 500 apicultores y 90.000 colmenas.
El veterinario Carlos Zafra destaca, además, que muchos de estos insecticidas están autorizados y son tóxicos tanto para las abejas y otros insectos. “No olvidemos que los insecticidas han sido diseñados para matar y las abeja son insectos”, añade, antes de admitir que se están prohibiendo algunos de los productos fitosanitarias más peligrosos.
El 9,2% de todas las especies de abejas silvestres en Europa están amenazadas de extinción, según una evaluación de la UICN de marzo del 2015, con información de 1.965 especies de abejas de toda Europa. El 7,7% de las poblaciones están en declive, el 12,6% están estables y el 0,7% están incrementándose (aunque la tendencia para el 79% de las especies de abejas es desconocida).
Los informes de Apiads concluyen que el 30% de las abejas que han aparecido muertas contenían neonicotinoides, un insecticida que actúa en el sistema central de los insectos. Tres de estos insecticidas fueron parcialmente prohibidos por la UE en diciembre del 2013. Los insectos ven atacado su sistema nervioso, pierden la orientación, no pueden regresar a las colmenas y sufren parálisis e incluso la muerte.
La manera más habitual de la intoxicación aguda de las abejas es a partir de fumigaciones. Los insecticidas pulverizados en las hojas dejan residuos tóxicos en el néctar y en el polen de las flores, donde liban las abejas. En otras ocasiones, en el caso de las semillas tratadas, el insecticida que las recubre va siendo absorbido por el sistema vascular de la planta y, a medida que esta crece, alcanza las hojas y contamina también las flores donde se depositará la abeja. Además, también se generan polvos tóxicos en la siembra que pueden contaminar la flora silvestre atractiva para las abejas.
Pero los neonicotinoides no son la única causa del declive. Es el modelo agrario intensivo el que actúa de motor del cambio de hábitats. El uso de fertilizantes uniformiza los campos, los deja con pocas plantas con flores. Las abejas necesitan una variedad de plantas espontáneas que aseguren una floración todo el año.
“No sabemos los efectos directos de los herbicidas sobre las abejas, pero sí los indirectos, que son una reducción de la biodiversidad vegetal”, dice Luis Ferreirim, responsable de agricultura de Greenpeace. “Los herbicidas matan las malas hierbas, con lo que las abejas pierden posibilidades de libar sus flores”, dice Juan Felipe Carrasco, coordinador de la campaña Movemos Europa (WeMove.EU) en España, destinada a prohibir el glifosato, un herbicida declarado como posible cancerígeno en humanos por la OMS. Con esta campaña, se persigue también reducir el uso de pesticidas en Europa con un modelo agrario más ecológico.
La abeja europea (Apis mellifera), también conocida como abeja doméstica o abeja melífera, ha afrontado múltiples amenazas. En la década de los años 50 y 60 del siglo pasado, la llegada de insecticidas como el DDT se convirtió en un gran peligro, aunque en España el cerco a las colmenas llegó en los años ochenta del siglo pasado con la varroa (Varroa destructor), un ácaro parecido a una araña que mide sólo 0,4 mm.
La varroa se adhiere al cuerpo de las abejas adultas o las larvas y causa su debilitamiento y muerte. “La varroa continúa siendo la enfermedad de distribución mundial que más daños ocasiona en la apicultura. Los daños no sólo derivan de la acción directa de los ácaros sobre las abejas, sino también porque favorece la aparición generalizada de infecciones víricas y bacterianas”, dice Iria Costela, veterinaria del sindicato agrario COAG.
“En Europa, los cálculos apuntan a que cada año la mortalidad media en las colonias de abejas es del 20%, y en España estamos en la media de la UE”, dice Costela. Todo ello comporta a los apicultores la dura tarea de reponer enjambres. Josep Maria Claria, responsable del sector apícola d’Unió de Pagesos , señala que las poblaciones la abeja melífera están estables, aunque cree detectar que son menos productivas. “Antes se lograban 25 o 30 kilos por caja, y ahora, 18 o 20 kilos”, afirma. Claria sostiene que el cambio climático, algunas aves (sobre todo, el abejaruco) o la avispa asiáticos son otras amenazas para la abeja productora de la miel.
Fuentes del Departament d’Agricultura señalan que en Catalunya no se han dado casos de envenenamientos masivos agudos, como los registrados en Valencia o Murcia, lo que atribuyen a un mayor control sobre los productos fitosanitarios.
El cambio climático es otro importante factor de riesgo de extinción para la mayoría de las especies de abejas, y particularmente para los abejorros. Las fuertes lluvias, las sequías, las olas de calor y el aumento de las temperaturas pueden alterar los hábitats para los que están adaptadas estas especies. La UIC teme que se reduzca dramáticamente sus hábitats, hasta conducirles a un declive de la población. Un total del 25,8% de las especies de abejorros de Europa están amenazadas de extinción.
“El declive de las abejas se debe a muchos factores”, explica Luis Ferreirim, responsable del área de Agricultura de Greenpeace. “Pero si combatimos los plaguicidas, las abejas estarán en mejores condiciones para afrontar las otras amenazas”, sostiene.
Neonicotinoides, un enemigo letal ya demostrado
La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en la sigla de inglés) concluyó en el año 2013 que tres de los insecticidas neonicotinoides (imidacloprid, thiametoxam y clotianidina) comportan un alto riesgo de exposición aguda para las colonias de abejas. Y, a partir de esos estudios, la Comisión Europea impuso el 1 de diciembre del 2013 una prohibición parcial para estos productos en cultivos que sean atractivos para las abejas (frutales, maíz, colza, soja, cebada, trigo…), aunque con importantes excepciones (cereales de invierno, invernaderos y los usos después de la floración…). No obstante, todas estas medidas quedaban condicionadas a una nueva reevaluación científica por parte la EFSA, parcialmente efectuada.
Así, la EFSA confirmó en noviembre del 2016 los usos autorizados de dos estas productos (imidacloprid y clotianidina) representan un alto riesgo para las abejas, o que un riesgo elevado no puede ser excluido. La evaluación de la EFSA debe estar concluida este año y se deberá decidir que hacer con las prohibiciones parciales: retirarlas, ampliarlas a otros usos o prohibirlas estas sustancias para la totalidad de los usos.
Greenpeace ha activado su campaña para pedir la prohibición de todos los insecticidas neonicotinoides. Un informe de esta organización encargado a la Universidad de Sussex (Reino Unido) concluye que los neonicotinoides plantean riesgos mayores de lo que se pensaba, y no sólo para las abejas melíferas, como ya se sabía, sino también para muchas otras especies, como los abejorros, las mariposas y otros.
“La evidencia de que los insecticidas neonicotinoides están contribuyendo a la disminución de las abejas silvestres y al agravamiento de los problemas de salud de las abejas melíferas es más fuerte que cuando se aprobó la prohibición parcial en la UE. Además ahora podemos demostrar que a parte de las abejas, los neonicotinoides pueden vincularse de manera plausible a la disminución de las poblaciones de mariposas, aves e insectos acuáticos. Dada la evidencia de un daño ambiental tan generalizado, parecería prudente ampliar el alcance de la actual restricción europea”, ha afirmado Dave Goulson, profesor de biología, experto europeo en ecología de los abejorros y uno de los autores del informe.
Un estudio realizado por Greenpeace en 2014 calculó que en España el 70% de los principales cultivos depende de la polinización por insectos. Además, determinó también que este tipo de polinización supone para la agricultura española más de 2.400 millones de euros anuales (a nivel mundial supone 265.000 millones de euros anuales y para Europa 22.000 millones anuales).
“España, líder europeo en producción agrícola y también en producción de miel y polen, debe ser uno de los principales interesados en proteger a las abejas y demás polinizadores bien como en promover decididamente las alternativas ecológicas. Solo estas fomentan la biodiversidad y garantizan una producción alimentaria hoy y en el futuro”, ha concluido Luís Ferreirim, responsable de agricultura de Greenpeace España.