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Barcelona da pienso anticonceptivo a las palomas para reducir su población

Ojo con los 40 cilindros metálicos negros con aspecto de papelera que han aparecido en los parques de Barcelona. No son papeleras. Son dispensadores de «pienso anticonceptivo para palomas». Lo especifica la tapa de estos aparatos que acaban de irrumpir en los diez distritos de la ciudad. ¿Objetivo? Reducir la población de estos pájaros, cifrada en 85.000 ejemplares. Demasiados. Una plaga, dicen los expertos, aunque la ciudad había alcanzado cifras peores. Más de 110.000 llegó a haber. Hasta ahora la población de palomas se controlaba capturándolas y sacrificándolas. Una práctica históricamente criticada por las entidades animalistas. Además, apenas permitía mantener a raya la cifra de ejemplares, pero no reducirla. Ahora el objetivo es rebajarla a la mitad.

El Ayuntamiento que capitanea la alcaldesa Ada Colau ha presentado este martes lo que defiende que es una «apuesta clara y decidida para el control ético de las poblaciones de palomas». Un método que hasta ahora solo una ciudad europea de tamaño medio ha aplicado con resultados satisfactorios: Génova, en Italia. El consistorio, que declaró Barcelona «ciudad amiga de los animales», espera reducir la colonia en un 20% en el primer año y alcanzar hasta un 80% en cuatro o cinco años. Una carrera de fondo contra unas aves que son «fauna salvaje autóctona no protegida», que tienen una elevada tasa de reproducción y que de entrada será más costosa, 250.000 euros al año (que incluyen la dirección científica del proyecto, los dispensadores y el pienso). A la larga, sin embargo, resultará más económico.

El comisionado de Ecología, Francesc Ximeno, dio cuenta este martes de todos los detalles de un proyecto –que «requerirá persistencia y un largo tiempo de aplicación para lograr los efectos deseados»–. Hasta el último detalle está pensado. Los dispensadores disparan maíz a las ocho de la mañana, la hora del día en la que las palomas tienen más hambre. A esa hora comen un tercio del alimento del día: diez gramos. Cada aparato expulsa la cantidad necesaria para satisfacer la colonia que vive cerca. Y los granos de maíz, recubiertos de anticonceptivo, son de un tamaño grande, para que no sea apetecible para ninguna otra especie de ave. La sustancia que recubre los granos se llama nicarbazina y afecta a la ovulación de las hembras. Sobre todo, porque también puede afectar a los espermatozoides de los machos.

Más allá de lo que cualquier ciudadano pueda pensar, o de la expresión popular que equipara a las palomas a «ratas con alas», el comisionado también argumenta por qué es necesario reducir la cifra de palomas. Tiene de malo que interfiere en «la convivencia con las personas y con otras especies», que «puede tener efectos sobre la salud, el mobiliario urbano, el espacio público y la vegetación». Hace un mes, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) dio la razón a una ex informadora turística de la plaza de Cataluña, con fibrosis pulmonar severa, que alegó como accidente laboral la enfermedad, derivada de una sensibilidad a la constante exposición a los excrementos de palomas y otras aves que frecuentan la plaza.

También son un problema los efectos corrosivos de las defecaciones de las palomas. «Hace siglos que viven entre nosotros, pero la ciudad tiene una capacidad de carga». Y se ha superado, argumenta Ximeno, al tiempo que recuerda que en la ciudad viven otras especies de aves, como los vencejos, las golondrinas, los carboneros o las lavanderas blancas.

En la presentación de los nuevos dispensarios estaba también el catedrático de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Autónoma de Barcelona Santiago Lanvín. Además de celebrar el consenso existente en que el pienso anticonceptivo permite un control «ético», señala que cuanto menor es una población, menos problemas de salud presenta: «Es importante disminuir la población para que esté más sana y se produzca menos interacción entre los ejemplares y entre ellos y nosotros». Lanvín explica que uno de los grandes problemas que tienen las palomas es la cantidad de parásitos que llevan.

Ximeno es cauto sobre los resultados del método que Barcelona acaba de estrenar. En la ciudad también hay vecinos que alimentan a las palomas y «el parque de Collserola está cerca, es otra fuente de alimento». De ahí que, precisa, en caso de emergencias volverían a hacer capturas, como hasta ahora. También confirma que tienen otro frente abierto: el de las cotorras. Se han convertido en una plaga y en un problema de seguridad, porque anidan en las palmeras, enfermas por la acción de un insecto que las mata. En paralelo al control de la población de palomas el Ayuntamiento está actualizando el censo, un trabajo que se realiza dividiendo la ciudad en cuadrantes, contando ejemplares y extrapolando el resultado al resto de la ciudad.

Fuente y fotografía: El País

22 febrero, 2017

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