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La lucha submarina contra el cambio climático

La lucha submarina contra el cambio climático

Salinas, esteros y plantaciones de arroz. Son paisajes cotidianos para muchos andaluces, sobre todo los que viven en el curso bajo del Guadalquivir, pero son paisajes que se hicieron populares para todos los que fueron a ver La isla mínima al cine. Para esos andaluces que viven en ellas, las marismas son su medio de vida, pero hay algo debajo que las hace muy importantes para toda la población. Los sedimentos que sellan el lago que había en la desembocadura del Guadalquivir son un reservorio de carbono, es decir, cuando los vegetales de las marismas que cubren el antiguo lago Ligustino retiran el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera, este gas queda almacenado en el subsuelo. De esta manera, las marismas contribuyen a mitigar el efecto invernadero y los efectos del cambio climático.

Ese dióxido de carbono capturado por ecosistemas marinos es lo que se conoce en el ámbito científico como el carbono azul y Andalucía, con casi 1.000 kilómetros de costa, es un lugar privilegiado. «Los ecosistemas marinos que más intensamente capturan CO2 son los manglares, las marismas y las praderas marinas», apunta la investigadora del CSIC Elena Díaz. Los manglares son unos singulares bosques costeros propios de los climas tropicales y, por lo tanto, no están presentes en el sur de España. Pero en Andalucía hay 24.400 hectáreas de marismas y más de 7.000 hectáreas de praderas marinas.

EL CARBONO AZUL ES AQUEL QUE QUEDA CAPTURADO EN LOS SEDIMENTOS BAJO LOS ECOSISTEMAS MARINOS

Por eso, la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio coordina desde agosto de 2015 el proyecto Life Blue Natura con la colaboración en el ámbito técnico y financiero de la Agencia de medio Ambiente y Agua de Andalucía (Amaya) y la participación de la Asociación Hombre y Territorio y el CSIC. «El objetivo es cuantificar el servicio que pueden desempeñar estos sumideros en la mitigación frente al cambio climático», señala Rosa Mendoza, directora de la iniciativa y jefa del servicio de Espacios Naturales Protegidos de la Junta en Almería, que ya comandó entre 2011 y 2014 un proyecto Life para proteger las praderas de posidonia -un tipo de planta acuática- que hay en la costa mediterránea andaluza.

Precisamente esas praderas, muy comunes en Almería, pero también presentes en la costa granadina y algunas zonas de Málaga, están en el punto de mira de Life Blue Natura, junto con las agrupaciones de otra especie llamada cymodocea con presencia en Almería y Cádiz. El otro ecosistema incluido en la iniciativa son las marismas, entre las que destaca el espacio de Doñana, pero también las del río Odiel, en Huelva, y las del río Palmones y la bahía de Cádiz. «Estos hábitats se están perdiendo a un ritmo cuatro veces mayor que los bosques tropicales», revela la investigadora del CSIC, socio beneficiario del proyecto que, desde el Centro de Estudios Avanzados de Blanes se encargará de cuantificar la absorción anual de carbono que realizan estos hábitats.

Además, el CSIC intentará descubrir a qué ritmo se devuelve a la atmósfera el CO2retenido en los sedimentos que hay bajo las praderas marinas y las marismas cuando éstas se degradan y a qué velocidad se recupera el sumidero si se invierte en su regeneración. La investigadora Elena Díaz hace hincapié en la vulnerabilidad de estos ecosistemas, pese a la importancia que tienen y que están tratando de dar a conocer. Además de la presión provocada por la actividad humana, las marismas y las praderas marinas se enfrentan a la pérdida de terreno provocada por la erosión y a la escasez de nuevos sedimentos, que son retenidos por los embalses en el curso alto de los ríos. La pesca ilegal de arrastre y la contaminación del agua son otras dos amenazas para estos hábitats.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), a través de su Centro de Cooperación del Mediterráneo, se responsabiliza de dar a conocer a nivel global la importancia que tienen estos sumideros de carbono azul y la necesidad de conservarlos. Esta entidad lleva casi una década defendiendo la relevancia que tienen los ecosistemas marinos en la lucha contra el cambio climático y gracias a su experiencia conoce la capacidad de influencia que tienen en ella los agentes económicos.

El papel de la IUCN en Life Blue Natura también incluye la elaboración de una guía práctica para diseñar proyectos de conservación y regeneración de praderas marinas y marismas de marea. Entre esas recomendaciones habrá una valoración económica de los créditos de carbono que se pueden generar para alentar a las corporaciones a reducir sus emisiones mediante la inversión en actividades de compensación.

La Administración autonómica tiene mucho que decir en ese ámbito puesto que la nueva Ley de Cambio Climático, en proceso de redacción, incluirá dentro del Sistema Andaluz de Compensación de Emisiones (SACE) a aquellas iniciativas que beneficien a los ecosistemas marinos que estudia Life Blue Natura. La misión de las entidades participantes en el proyecto, sufragado en un 60% por la Comisión Europea y que cuenta con petrolera Cepsa como cofinanciadora, es identificar qué acciones benefician a las praderas marinas y las marismas de marea para recogerlas en el catálogo de proyectos de compensación en el mencionado SACE.

Fuente y fotografía: Diario de Cadiz 

16 enero, 2017

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