Su piel manchada representaba en las culturas prehispánicas el cielo y las estrellas; su rapidez y sigilo, la audacia y valentía de los gobernantes y religiosos. El jaguar, símbolo de civilizaciones como la maya, los olmecas, los huicholes o los nahuas, está en peligro de desaparecer. El depredador de América, el felino más grande del continente, y el tercero más grande del mundo, después del león y el tigre siberiano, vive amenazado por la caza ilegal y la destrucción de su hábitat. México propone una estrategia para protegerlo, porque de su supervivencia depende, en buena parte, la vida de la selva.
«Su presencia como gran depredador indica la salud del ecosistema, porque que donde hay jaguares, hay bosque, hay vida, que el ambiente sigue estando en buenas condiciones. Si mantenemos el jaguar estaremos preservando el 60% de toda la diversidad de México», explica Gerardo Ceballos, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM y presidente de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar.
Mediante una alianza entre la sociedad civil, la empresarial y el Gobierno mexicano, se anuncia por primera vez una estrategia nacional con la creación de 14 nuevas áreas protegidas en el país, que significan 2,6 millones de hectáreas, el 1% del territorio nacional. Desde la Comisión Nacional de Áreas Protegidas, un órgano del Gobierno, han dado a conocer una propuesta de trabajo coordinado con la Secretaría de Transportes para mejorar las carreteras y evitar las muertes de jaguar por atropellamientos. Entre los últimos avances, han detallado un ambicioso programa para rehabilitar a dos cachorras, que estaban abandonadas en Calakmul, Campeche, en el sureste de México.
En general, los diferentes programas de protección a las especies amenazadas en el país han contado con una inversión de 1.000 millones de pesos, unos 50 millones de dólares, financiados durante más de 13 años por la Alianza de WWF con la Fundación Carlos Slim, en colaboración con el Gobierno Federal y las comunidades locales. Sólo para la conservación del jaguar se han destinado 15 millones de pesos, unos 712.000 dólares.
Para contrarrestar el impacto de la fragmentación de los hábitats del jaguar se planteó una red de más de 50 «corredores biológicos», que permiten la conectividad entre sus poblaciones y abarcan una superficie del 21% del territorio nacional. Esta iniciativa nacional se enmarca en los compromisos que México se planteó en el Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020 y las Metas de Aichi, los cuales buscan, junto con más de 190 países, conservar la biodiversidad y mejorar sus beneficios para las personas.
Pero las principales amenazas del jaguar y cómo combatirlas han quedado en el aire. La caza ilegal del felino para vender sus pieles, además de para uso doméstico —es común entre los grandes capos de la droga la posesión de animales exóticos y en peligro de extinción—, o para evitar que maten al ganado, son los factores más dañinos para la especie y las sanciones no quedan claras. «Estamos trabajando para pedir mayor dureza a las instituciones, porque las sanciones no eran muy buenas, queremos que alguien que mate a un jaguar pueda ir a la cárcel», apunta Ceballos. «Me atrevo a pensar que hay cientos de jaguares en cautiverio», critica Ceballos.
Se calcula que a comienzos del siglo XX el jaguar reinaba desde los áridos matorrales de Arizona y Nuevo México (sur de Estados Unidos) hasta las selvas del norte de Argentina. La deforestación de millones de hectáreas de selvas para campos de cultivo, ciudades y pueblos, así como la caza indiscriminada fueron limitando su territorio. En México, los bosques del Golfo abarcaban más de 22 millones de hectáreas, hoy están reducidas a un millón, dispersas como islas, rodeadas de pastizales, cultivos y ciudades.
Se estima que antes a finales del siglo XV y principios del XVI vivían en el continente unos 100.000 jaguares. De ellos sólo quedan unos 50.000. La gran mayoría se encuentran en Brasil, 30.000, pero han desaparecido prácticamente de Estados Unidos, El Salvador y Uruguay. En México se encuentran sobre todo en la zona del sureste y especialmente en la península de Yucatán.
Este felino, que puede medir hasta dos metros y medio y pesar hasta 120 kilos, se encuentra amenazado. «Falta mucho trabajo por hacer, especialmente con aquellas personas que coexisten con el jaguar. Es importante crear incentivos para concienciar a la gente de que perder una especie es como quitar ladrillos a una pared. Llegará un día en el que vamos a colapsar», resumió Ceballos.
Fuente y fotografía: El País