Trump es ahora una isla rodeada de casi 200 países. La conferencia de Marrakech de la ONU concluyó de madrugada -primeras horas del día 19 de noviembre- con la aprobación de una serie de acuerdos técnicostendentes a ayudar a concretar la aplicación del Acuerdo de París contra el cambio climático, firmado en la capital francesa el año pasado. La reunión, en la que han participado más de 190 países, ha servido para empezar a fijar las reglas sobre cómo las naciones deben dar cuenta de sus contribuciones o planes de acción climática. Estos deberán empezar a ser evaluados en el 2018 (para ver si son homogéneos o fiables y para que estén en la línea de lo acordado), de manera que todos los países tendrán sus nuevos planes validados en el año 2020 y revisados en el 2023. La cita ha servido sobre todo para que todos los países hayan dado su apoyo unánime a las acciones para continuar la lucha contra el calentamiento. Toda una respuesta a Trump.
La conferencia acabó con un aire muy gélido y tenso después de los desacuerdos expresados por Bolivia y Brasil, que hicieron constar sus reservas por el hecho de que aún quedan muchos asuntos técnicos por resolver.
El delegado boliviano ha mostrado el desacuerdo de su país con el hecho de que del texto hubieran desaparecido las referencias a un marco temporal común a todos los países en sus compromisos de reducción de emisiones en el futuro; es decir, que todos los países presenten sus objetivos en el mismo periodo de tiempo.
Finalmente, y tras un receso, el presidente de la conferencia, Salahedín Mezuar, se ha comprometido a incluir las reservas de estos países como anexos al acuerdo, que quedó aprobado.
Un asunto clave de los desacuerdos se centró en torno a cómo debe organizarse la financiación para ayudar a los países menos adelantados a lograr recursos para afrontar los efectos del calentamiento (olas de calor, deshielos, sequías, grandes inundaciones…). Los países en vías de desarrollo, al final, lograron que se dieran garantías de que se prorroga el funcionamiento del Fondo de Adaptación (destinado a este fin) más allá de 2020 y se vincule y sea operativo en el seno del Acuerdo de París en el 2018. El problema ahora es que este fondo está moribundo, puesto que fue creado por el Protocolo que de Kioto, que expira en el año 2020.
Financiación a largo plazo
La financiación a largo plazo fue otro escollo, y finalmente no queda recogida en el texto con el nivel de exigencia pedido por los países en vías de desarrollo. El compromiso asumido por ahora es tener disponibles 100.000 millones de dólares anuales para financiación climática a los países pobres en el 2020 (incluyendo recursos públicos y privados), para afrontar las medidas de reducción de emisiones en esos países y también para adaptarse a los impactos del cambio climático. Los países bolivarianos (sobre todo Nicaragua y Bolivia y, en menor medida, Ecuador y Cuba) pusieron sobre la mesa el interrogante que supone la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, quien ha dicho que no permitirá que los contribuyentes norteamericanos participen en estos fondos.
Para diversos observadores, existen estas garantías (informes de la OCDE); pero la insistencia de los países bolivarianos genera grandes incertidumbres, puesto que expresar este temor es tanto como poner la venda antes de ver la herida, y hacer un flaco favor al Acuerdo de París, que puede debilitarse por esta vía al dar alas al propio Trump, según fuentes conocedores de estas negociaciones.
Muchos flecos para la cita de Bonn
Y quedan muchos flecos por resolver, que se posponen para la próxima cumbre de Bonn. Por ejemplo, los planes de acción previstos por los países tienen un horizonte temporal de acción que remiten, en unos casos, al año 2025 y al 2030 en otros, lo que presenta disfunciones. Se ha propuesto que los próximos compromisos que presenten los países (a partir del 2023) tengan el mismo horizonte temporal y un mismo año base de referencia de recorte de gases, para que los planes sean evaluados de manera sincronizada, para que a partir de ese examen se pueda comparar y calibrar hasta qué puntos el esfuerzo global permite mantener el aumento de la temperatura del planeta por debajo de dos grados.
Por su parte los países petroleros quieren compensaciones por el daño que se les cause al dejar de vender sus combustibles fósiles, como consecuencia de la aplicación de los acuerdos de París.
Bloqueo por la mañana
La conferencia se bloqueó por la mañana en asuntos menores, como la agenda para aplicar el acuerdo de París. En el 2015, en la capital gala, se acordó que en el año 2018 se iniciaría el proceso de evaluación de las contribuciones o planes de acción presentados por los países para reducir sus gases de efecto invernadero.
Pero el viernes 18, en el último momento, algunos países plantearon la idea de postergar este asunto y posponer esa discusión al año próximo. El temor era que hubiera un interés predeterminado para no resolver ahora el asunto y dejarlo para el año próximo con un ánimo dilatorio que encubriera cierto obstruccionismo.
Respuesta a Trump
El resultado es lo que importa. Y, al final, la conferencia ha dado una respuesta clara y contundente al presidente electo de EE.UU., un escéptico del cambio climático que llegó a calificar de “engaño” chino el calentamiento y ha propuesto sacar a su país del Acuerdo de París. En la conferencia no ha habido resignación, ni temor a que la lucha contra el calentamiento puede irse al garete con su llegada a la Casa Blanca. La respuesta dada en la conferencia es que los planes de acción climática de los gobiernos están en marcha y que la llegada de Trump no va a deshacer el trabajo realizado.
“Trump está aislado”, ha sentenciado Alden Meyer, que ha seguido estas negociaciones durante más de dos décadas para la Unión de Científicos Preocupados, un grupo de defensa. “Ni un solo país ha dicho que si el Trump se retira del Acuerdo de París, ellos harán los mismo” dice Teresa Ribera, directora del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales.
El resultado práctico de la cumbre es que la oposición de Donald Trump, a combatir el cambio climático podría dejar aislado a Estados Unidos y situarse un paso atrás de la historia, mientras que los países de Europa, Asia y Medio Oriente podrían proseguir su revolución de energía en renovables, que se están abaratando en todo el mundo.
Mientras que Trump ha prometido retirarse del Acuerdo de París y fomentar la producción de carbón cuando asuma el cargo de presidente de EE.UU., en enero, otros países, entre ellos los de la Unión Europea, China y e incluso Arabia Saudí han prometido seguir adelante con medidas que apoyen la energía renovable en detrimento de los combustibles fósiles. Los participantes en la conferencia temieron en algún momento que Trump hiciera un anuncio oficial para retirarse del pacto climático. Pero el propio Ban Ki-moon o el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, le han querido convencer de que desandar el camino va en contra de los propios intereses económicos de Estados Unido, puesto que las empresas han hecho ya apuestas muy claras a favor de un modelo de economía descarbonizada.
Fuente y fotografía: La Vanguardia