¿Ocupa el agua el lugar que se merece en los debates de las Cumbres del Clima? Los expertos opinan que no estamos poniendo en el centro de la escena un factor fundamental a uno y otro lado del desajuste climático: esto es, el agua como recurso insustituible que utilizado de manera ineficiente coadyuva a los procesos de emisión de gases y, al mismo tiempo, como recurso natural que se verá gravemente afectado por los efectos de la subida de la temperatura global.
El calentamiento de la atmósfera afectará especialmente la distribución de las precipitaciones, la subida del nivel del mar (que incrementará la salinidad de los suelos al penetrar por los cauces pluviales), aumentarán las inundaciones y su contracara: los fenómenos extremos de sequía.
La 22ª Conferencia de las Partes de la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 22) de Marrakech parece un buen punto de partida para empezar a revertir tendencias y un excelente lugar de encuentro con especialistas del agua. Entre ellos, el experto Antonio Navarra, asesor técnico de la delegación ministerial italiana, presidente del Centro Euromediterráneo de Cambio Climático y miembro del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC): “La lluvia no está distribuida de manera aleatoria en el mundo. Hay cortes específicos a partir de los cuales se extienden las precipitaciones. Uno de ellos está en el Mediterráneo. Si ese corte se desplaza hacia Europa, se incrementarán las precipitaciones al norte los Alpes y descenderán al sur de esa cadena montañosa. La paradoja es que habrá regiones con déficit de agua y regiones con exceso. Esto es típico del cambio climático porque las precipitaciones globales no variarán, pero las áreas van a correrse, y esto acarreará un doble problema”.
“En cuanto al gasto, el sector que más agua necesita es la agricultura. Hay que hacer muchísimos esfuerzos (en políticas e investigación de técnicas eficaces de irrigación), porque será el sector más afectado. También en el energético, porque el agua es un recurso fundamental en la producción de energías limpias. Hay que ir con mucho cuidado en eso: son demasiados los usuarios y hay que mantener el equilibrio ecológico de los ríos. Esto quiere decir que hay muchísimas variables a tener en cuenta en el tema del agua”, alerta Navarra.
«Las zonas cálidas se están extendiendo hacia los polos», informa, a su vez, el climatólogo marroquí Mohammed Said Karrouk. La situación termal ha instalado una nueva circulación atmosférica: hay olas de calor en un sentido, y frío y humedad, en el otro. La lluvia reemplaza a la nieve en las zonas frías, y por eso empiezan a inundarse grandes áreas en Europa. Por el contrario, el Magreb sufre demasiados meses cálidos. «Las zonas de inversión se están moviendo y, así, en EE.UU. hay sequías e inundaciones al mismo tiempo».
La cuenca mediterránea, sin ir más lejos, ya está en estrés hídrico. Según explica Navarra, “un aumento de las temperaturas de un 15% (incluso con las inexactitudes que se manejan) sería preocupante, porque toda la región mediterránea está en los límites de la disponibilidad de agua. En 30 o 40 años, si el escenario promedio sigue reproduciéndose, las precipitaciones en el Mediterráneo disminuirán entre un 15 y un 20%, y esto quiere decir que habrá variaciones regionales muy significativas”.
«En la zona mediterránea es innegable la brecha social y económica del consumo y, por lo tanto, de la huella ecológica. Cinco de los diez países con mayor huella ecológica en cuanto al agua se sitúan en esta región. Estos son Portugal, España, Italia, Grecia y Chipre. El 86% del agua limpia sale del Norte, y de ella solo el 42% se destina a la agricultura. Al sur, solo se hallan el 14% de las fuentes de agua dulce, y el 82% se dedica a la agricultura», ilustra, a su vez, el experto francés en conservación de humedales Jean Jalbert.
Agua es lo que consume la agricultura pero también el ganado (uno de los causantes de la emisión de gases de efecto invernadero). Agua —y mucha— necesita la minería y la industria textil. También las grandes aglomeraciones y la industria del turismo. En la ecuación siempre entra agua y se liberan gases y contaminación. “El agua no debe verse solo desde el punto de vista de la adaptación, sino también de la mitigación: reducir las emisiones significa también contribuir a reforestar y tratar las aguas residuales de la industria antes de devolverlas al ciclo natural”, apunta Sarra Touzi, experta de la Global Water Partnership, con sede en Túnez.
¿Ayudan las cumbres de cambio climático? ¿Qué podemos esperar de una cita como la de Marrakech? «Para dar un giro a las tendencias, hay que invertir en que las sociedades sean más resilientes. No deberíamos permitir que las COP sean solo un eslogan», alienta la tunecina Sarra Touzi.
“No se esperan grandes destellos en esta COP, pero ya se puede ir trabajando con el marco de una fuerza legal que está en vigor, como el Acuerdo de París. El proceso es largo, y va lentamente. Creo que lo importante es cambiar la tendencia. Esto es ciertamente posible, creemos que lo será en torno al año 2030. Nada es garantía de no alcanzar los dos grados de aumento en las temperaturas globales, a finales de siglo, pero cortar la curva en alza sería un gran paso. A más tiempo que pasemos en la misma tendencia, más drásticas serán las medidas que tendremos que tomar”, concluye el experto italiano.
Con los dos grados como símbolo de la última frontera, seguiremos reuniéndonos de a varias decenas de miles de personas en ciudades como Marrakech, debatiendo sobre si las prácticas acompañan la consciencia ecológica, hablando del agua a hoteles repletos, echando cuentas de emisiones en atascos de tráfico monumentales, cada tarde, a la salida de alguna COP.
Fuente y fotografía: El País