De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia –Unicef–, más de 300 millones de niños –uno de cada siete– respiren aire tóxico, es decir seis veces más de los niveles considerados seguros por la Organización Mundial de la Salud –OMS–. Para la Unicef, esta toxicidad afecta a regiones del sur de Asia, Oriente Medio, África, así como la región del este de Asia y Pacífico; principales a las ciudades como Onitsha –Nigeria–, Zabol –Irán–, la india Gwalior, Riad, la capital de Arabia Saudí, así como Peshawar, en el noroeste de Pakistán.
Esta declaración ha causado que la Unicef considere con mayor urgencia el riesgo para la salud en los niños debido a las sustancias tóxicas. Incluso, el director de la dependencia, Anthony Lake, ha advertido que es indispensable limpiar el aire para los niños, pues la polución “contribuye de forma decisiva a la muerte al año de unos 600 mil niños menores de cinco años […] Los tóxicos no solamente atacan los pulmones aún inmaduros de los pequeños, sino que pueden afectar a largo plazo el desarrollo del cerebro infantil.”
La polución que ha afectado zonas urbanas de Asia/Pacífico y África se debe principalmente a emisiones de vehículos, fábricas, quema de basura, polvo y fuegos para cocinar o calefaccionar. Cabe mencionar que en estas regiones, existe una mayor incidencia de enfermedades respiratorias así como un aumento en la tasa de abortos, nacimientos prematuros y un peso mucho menor del recomendado.
Los efectos de la contaminación perduran a lo largo de la vida: “La capacidad pulmonar de los niños que han crecido en este entorno se reduce un 20 por ciento, lo que equivale a crecer en un hogar donde se fume. Los estudios demuestran además que los afectados sufren problemas respiratorios al llegar a la adultez.” Entre las enfermedades respiratorias vinculadas a la sobrestimulación de tóxicos, se encuentran neumonía, asma y muerte prematura –en niños menores de cinco años–.