España dispone de 111 kilómetros cúbicos renovables de agua fresca, suficiente como para cubrir todo el territorio con una capa de 21 centímetros de altura, es decir, más o menos hasta los tobillos. En 2013, los españoles retiraron el equivalente a un 29,2% de ese agua, casi el doble de la media de la UE. Y, aunque ese dato promedio está aún distanciado de los países de Oriente Próximo (donde las cifras rondan el 100%), la presión sobre los recursos es muy distinta dependiendo de la región del país. Una presión que el cambio climático no hará sino agravar. Para discutir sobre los desafíos y las oportunidades de negocio presentes en el agua en España, EL PAÍS ha reunido en su redacción a varios expertos en el sector para un desayuno debate con el patrocinio de Acciona.
La primera conclusión es que, a pesar de las circunstancias adversas, el agua que utilizan los españoles es de una calidad extraordinaria. «Vivimos un milagro diario», recuerda Alejandro Maceira, fundador y director de la revista sectorialiAgua. «Un país con nuestros problemas hídricos, que además de la población que tiene recibe 56 millones de turistas al año, y la mayoría de nosotros tiene un acceso universal a agua muy buena las 24 horas del día y los 365 días del año». Y remacha: «La prueba es que solo el 1% de los usuarios se queja, mucho menos que las eléctricas, por ejemplo».
«Recuerdo muy bien una frase del director general de la patronal de gestores de agua, José María González Vallvé: «En España suministrar agua al sur es como pedir que en Ámsterdam haya 3.000 horas de sol al año», considera Eloy García Calvo, director del centro de investigación IMDEA Agua. «Y, sin embargo, lo hacemos».
Los españoles se declaran responsables del agua que utilizan. Según un estudio de 2013 de la fundación We Are Water, siete de cada diez encuestados afirmó estar bastante o muy concienciado acerca de un uso razonable del agua, y más de un 95% indicó que toma medidas en casa para ahorrar el líquido elemento, un índice que ha aumentado por la crisis económica.
Y, de hecho, en el último cuarto de siglo España ha reducido el porcentaje de los recursos hídricos que extrae: en 1992 era el 33,2%, según el Banco Mundial. Los avances, tanto desde un punto de vista técnico como legal, han permitido incluso recuperar acuíferos perdidos por la sobreexplotación, como los de La Mancha. Pero las empresas y expertos del sector tienen sus dudas. «Yo no creo que exista tanta preocupación entre los españoles por el uso del agua», indica García Calvo. «Solo cuando hay sequía se dan cuenta: vaya, este realmente es un recurso escaso».
El sector español se enorgullece de estar tecnológicamente a la cabeza. «Nosotros tendemos a autoflagelarnos, pero a los españoles no nos envidian en ninguna parte», presume Alejandro Zarzuela, director técnico y de innovación de Acciona Agua. «Nosotros en 1992 reciclábamos agua contaminada con ósmosis inversa cuando en Singapur ni se olían esa tecnología». «Cuando los políticos españoles iban a Israel a aprender sobre desalación me llevaba las manos a la cabeza», comenta Domingo Zarzo, presidente de la Asociación Española de Desalación y Reutilización (AEDYR). «No solo son punteras las grandes empresas; también hay pymes y consultorías, ingenieros españoles que van al exterior a mostrar lo que saben».
Es esa tecnología la que lleva a la industria española del agua a estar presente de forma competitiva en instalaciones de todo el planeta: el 95% de los ingresos del sector procede de fuera de España. Ese know how viene de una política pública de agua que, durante los últimos 50 años, ha llenado el territorio de infraestructuras de agua, desde presas hasta depuradoras de última generación. La industria afirma que, no obstante, los costes de ese desarrollo no se han notado en el bolsillo del consumidor, gracias a que el Estado se ha hecho cargo de las amortizaciones de las obras y a que gran parte de las últimas infraestructuras fueron construidas con fondos europeos.
Pero ese tiempo se ha acabado: hay infraestructuras suficientes como para satisfacer la demanda. «El sector está parado», explica Zarzuela. «Seamos claros; ya no se van a construir grandes desaladoras. Pero necesitas inversiones para mantener la infraestructura. ¿Quién la va a pagar?». Y los desafíos no hacen sino aumentar. «Hay nuevos contaminantes que requieren una nueva tecnología de depuración», considera. «Vamos a necesitar esa tecnología y no estaremos preparados».
Lo que el sector considera imprescindible es un cambio en la forma en la que los españoles entienden el agua: de un recurso gratuito a un bien escaso, que pasa por un proceso de depuración y procesado y que, en consecuencia, tiene un precio. «Hay que pagar el agua por lo que vale», afirma Zarzo.
En países donde si tienen esa actitud, defiende la industria, puede desarrollarse un sector empresarial saludable y que crea empleo. “Casi todos los países europeos tienen un sistema más avanzado que el nuestro”, se lamenta Zarzuela. “Mientras aquí no hay empresas que quieran entrar”.
María Luz Castilla, socia de sostenibilidad y cambio climático de la consultora PwC, cuantifica esas posibilidades para la economía española: “15.700 millones de inversión que supondrían un crecimiento del PIB del 0,13%”, enumera. “23.700 puestos de trabajo, entre directos, indirectos e inducidos”.
La obsesión del sector, en consecuencia, es que las tarifas del agua cubran costes y permitan invertir. Se sostienen en el principio de la Directiva Marco del Agua aprobada por la Unión Europea en 2000: “Para 2010, los estados miembros deben asegurar que las políticas de precio del agua proporcionan los incentivos adecuados para que los usuarios utilicen los recursos hídricos de forma eficiente, y así contribuyan a los objetivos medioambientales de esta directiva”.
Según la Asociación Internacional del Agua (IWA), en 2011 un metro cúbico de agua costaba de media en España 1,87 euros frente a 3,45 en Francia, 3,79 en Reino Unido o 4,95 euros en Países Bajos. Para Zarzuela, es claramente insuficiente. “¿Somos conscientes de lo que es un metro cúbico de agua? ¿Que son mil botellas de litro?”, considera. Las cifras justifican ese enfado: según el INE, el coste unitario del agua es de 1,83 euros el metro cúbico en 2013, por lo que, de media, el agua se paga casi a precio de coste.
Para Castilla, hay posibilidades de negocio. “Hay mecanismos de financiación surgidos al calor de los acuerdos internacionales contra el cambio climático. Solo esperan las tarifas adecuadas”. “Si a mí me cobran cinco euros por metro cúbico”, prosigue Zarzuela, “y tengo 50 céntimos para invertir, se acaban gran parte de los problemas del sector”.
Problema político
Los del sector, quizás, pero para la ciudadanía sería un aumento en tiempos de crisis de un producto indispensable —y para los ayuntamientos, que son los que fijan las tarifas, un problema político–. “En Dinamarca subieron las tarifas para adaptarlas a la directiva europea, hubo muchas protestas, pero la situación se normalizó”, defiende Zarzuela. “No hay que confundir el precio del agua con la posibilidad de pagarla”.
“No hay que cargar todas las tintas sobre el consumidor urbano”, recuerda Maceira. “Es él el que sostiene económicamente al sistema. La agricultura consume el 80% del agua pero solo paga un 20% de los gastos. Ahí el sector también considera que hay margen para aumentar las tarifas. “El coste del agua en la agricultura de alta eficiencia es de menos del 5% del coste total”, considera Zarzo.
“Hace falta un marco jurídico con reguladores sólidos que permita grandes empresas de agua (para lograr economías de escala) con las que acercarnos a la recuperación de costes”, concluye Maceiras. “Así podríamos articular formas de inversión privada con la que conseguir más recursos y evitar la fuga de talento”.
Fuente y fotografía: El País