No está todo perdido en los océanos de nuestro planeta. Un estudio asegura que los océanos podrían recuperar de forma sustancial la vida marina y los hábitats de los océanos en 30 años.
La publicación, de la revista científica Nature, recoge los datos recopilados investigadores de 16 universidades en los que se muestra la respuesta de los ecosistemas marinos a las actuaciones de conservación que se han llevado a cabo en el mundo desde 1970, datos que no se habían analizado hasta la fecha.
Los investigadores han identificado nueve ecosistemas esenciales para lograr la recuperación: marismas, manglares, praderas submarinas, arrecifes de coral, algas, bancos de ostras, pesquerías, megafauna (animales de gran tamaño) y las profundidades marinas. Son lugares, aclaran, en los que se debería aplicar una combinación de seis medidas de conservación que abarcan la protección de las especies, pesca responsable, restauración de hábitats, preservar las áreas marinas, reducción de la polución y mitigación del cambio climático.
Se parte de un escenario en el que al menos un tercio de las poblaciones de peces sufren sobrepesca, se han perdido entre un tercio y la mitad de los hábitats marinos vulnerables y una buena parte de las costas padecen contaminación —con el plástico como protagonista—, eutrofización (recepción de residuos orgánicos en exceso), agotamiento de oxígeno y estrés por la subida de las temperaturas. En este entorno, muchas especies marinas se encuentran en peligro de extinción.
Pero, a pesar de la situación descrita, las pérdidas en la biodiversidad del océano son menos pronunciadas que en la tierra y la mayoría de las especies afectadas son capaces de recuperarse a un ritmo rápido cuando se eliminan las presiones, según se plantea en el artículo científico.
La prueba se encuentra en los aumentos de especies que han experimentado las ballenas jorobadas, los elefantes marinos o las tortugas.
Los investigadores aseguran que es ahora cuando se observan los frutos de medidas como el convenio Cites, un acuerdo internacional adoptado en 1975 que vela para que el comercio internacional de animales y plantas silvestres no sea una amenaza para su supervivencia, o de la moratoria en 1982 de la caza de ballenas.
Una de las iniciativas más exitosas que menciona el artículo es la del bosque del manglar del Delta del Mekong (Vietnam), el segundo mayor del mundo, devastado por el agente naranja y el napalm que arrojó la aviación estadounidense durante la Guerra de Vietnam. Aseguran que en 15 años se replantaron con medios muy sencillos 1.500 kilómetros cuadrados de manglar.
Por lo tanto no todo está perdido. El esfuerzo y el compromiso de las empresas, las administraciones y la sociedad podrá salvar lo que se consideraba hasta ahora perdido.