Reducir los niveles de CO2 de nuestra atmósfera solo está de la mano del ser humano. Pero mientras se controlan y reducen los niveles actuales, la propia naturaleza trata de regenerarse aportando ayuda.
Es de sobra conocido que los bosques son los principales protagonistas para capturar CO2, pero no son los únicos que pueden hacerlo. Los ecosistemas marinos costeros como los manglares, pantanos y humedales tienen la capacidad de capturar el CO2 de manera más rápida y eficaz, incluso, que los propios bosques.
En estos ecosistemas se entierran grandes cantidades de carbono. Los científicos los llaman «pozos de carbono» y a la tarea que cumplen le llaman «secuestrar» el CO2.
Aunque son mucho más pequeños que los bosques, secuestran el carbón a un ritmo más acelerado y lo pueden mantener atrapado durante millones de años, según explica la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.
Los pozos de carbono azul, además, son el hábitat de una gran diversidad de especies y ayudan a mantener la calidad del agua en las costas.
La Iniciativa de Carbono Azul, que cuenta con el apoyo de la Unesco, estima que cada año se liberan más de mil millones de toneladas de CO2 que estaba almacenado en ecosistemas costeros.
Esta destrucción muchas veces es causada por la construcción de represas y estanques para el cultivo de peces, así como la contaminación.
Además, los ecosistemas costeros también sirven de barrera de protección contra los vientos y el oleaje, así que su desaparición también trae efectos negativos para quienes viven en esas zonas.