Hoy finaliza la cita anual más importante del mundo en relación a la crisis climática, la COP25 que se celebra en Madrid. Entre negociaciones y acuerdos, la naturaleza sigue su camino y las consecuencias del cambio climático continúan impactando negativamente en la biodiversidad.
Pero hay quienes no descansan para negociar y siguen su labor indicada por la propia naturaleza. Es el caso de las ballenas. Recientemente, un equipo de economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI) analizó cómo las ballenas ayudan a facilitar la absorción de carbono. Durante la vida media de una ballena, secuestrará 33 toneladas de dióxido de carbono. Comparativamente, un árbol absorbe hasta 21,7 kilogramos de dióxido de carbono cada año.
Según las estimaciones, si las ballenas regresaran a su población previa a la caza de ballenas, que era de 4 a 5 millones en comparación con los escasos 1.3 millones en la actualidad, podría aumentar significativamente la cantidad de fitoplancton en los océanos y con ello el carbono que capturan.