Hace más de 100.000 años, el sur de Europa sufrió hasta siete períodos fríos caracterizados por eventos climáticos extremos (por ejemplo, sequías, inundaciones, etcétera), normalmente de seis a ocho siglos de duración cada uno, según revela un estudio internacional dirigido por el University College de Londres y elaborado por doce instituciones, entre ellas el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que se publica en la revista Nature Communications.
Esos eventos ocurrieron durante el último interglacial (el último período de temperaturas templadas entre dos glaciaciones, hace entre aproximadamente 129.000 y 116.000 años), durante el cual se observó un exceso de calor en el Ártico, con temperaturas del aire en superficie de entre 3° y 11° C por encima de las que se darían en condiciones preindustriales. Estas condiciones se acercarían a los escenarios de calentamiento previstos para finales de este siglo.
«Hemos estudiado las causas de estos períodos fríos jalonados por sequías y los muchos factores que pueden influir, desde la actividad solar o la volcánica, o los cambios de vegetación y los patrones de circulación atmosférica asociados, etcétera; y lo que siempre queda claro es que el océano tiene un papel esencial porque, debido a su inercia, integra y memoriza los cambios rápidos y los mantiene en el tiempo», explica Belen Martrat, coautora del trabajo e investigadora Ramón y Cajal del CSIC en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua.
Los investigadores han utilizado un testigo sedimentario marino, extraído en 2001 del Margen Ibérico del océano Atlántico (una «piedra Rosetta» estratigráfica del clima), y estalagmitas de la cueva de Corchia, al norte de Italia.
El testimonio de sedimento marino contiene polen que se fue transportando desde el río Tajo hasta las profundidades del mar durante miles de años. El análisis de este polen ha permitido averiguar los cambios en la vegetación del continente. Por otra parte, el testigo también contiene alquenonas, compuestos fósiles derivados de la flora cocolitoforal marina que registran variaciones de la temperatura del mar a lo largo del tiempo.
Mediante el análisis de estos fósiles diferentes en el mismo sedimento, los científicos han podido hacer una comparación directa de los cambios climáticos del continente y del océano.
El estudio del último interglacial puede dar pistas de lo que podría pasar si se dan los aumentos de temperatura previstos por los diferentes escenarios de cambio climático. «El último interglacial», dice Joan Grimalt, «no es un análogo estricto de cambios futuros impulsados por la acción humana pero muestra sucesos climáticos, a escala de siglo, que son de mayor inestabilidad que los del presente, con efectos en la capa de hielo ártico y la dinámica del océano que deben ser tenidos en cuenta”, concluye.