El país anfitrión de la COP23 se estanca en la lucha contra el cambio climático. En los últimos cinco años, en Alemania los subsidios a la energía verde apenas han crecido. Todavía depende de fuentes altamente contaminantes como el carbón o el lignito y por mucho que los alemanes inviertan en renovables, los objetivos climáticos alemanes no se cumplirán sin un abandono de las materias más nocivas para el planeta.
El consumo y la producción de carbón apenas se redujeron en las últimas décadas y representa un 40,3% del total energético. De esta cifra, un 23,1% se debe al uso del lignito, el combustible fósil que emite más CO2 a la atmósfera. Ningún otro país en el mundo utiliza tanto lignito como Alemania.
Durante muchos años Alemania fue un referente ecológico. Fue proclamada potencia líder en la transición hacia un modelo energético verde con el programa para incentivar las energías renovables, consiguiendo que hasta el 35% de la electricidad que se produce actualmente en el país provenga de fuentes limpias. Por eso se espera que el próximo año se debata políticamente sobre el modelo climático germánico, pues siete de las diez compañías más contaminantes del mundo son alemanas.