Para Chile, que depende de las exportaciones de materias primas, ya que son una parte significativa de su producto interno bruto, esta situación resulta vital, puesto que en teoría, la privatización del agua también estimula la inversión en la infraestructura utilizada para procesarla y distribuirla.

Valorar adecuadamente el agua es importante para promover prácticas sostenibles de consumo, pero las políticas de Chile también muestran los escollos de la privatización. En 1980, el gobernador militar general Augusto Pinochet enmendó la Constitución chilena, para dar cabida a una nueva medida que convirtió al agua en una mercancía de comercio privado al año siguiente.

Al hacerlo, redujo el papel del gobierno en la gestión de los recursos hídricos del país. Esto, combinado con la legislación de los años noventa, permitió a las empresas de servicios públicos privados intervenir y hacerse con la distribución del agua en las zonas urbanas. Por ello, Santiago reformó un poco el mecanismo en 2005 con la esperanza de proteger mejor el medio ambiente, entre otras cosas, pero en el proceso separó los derechos de uso del agua y de la tierra.

El mercado manda

Y es que debido a que las tarifas del agua basadas en los principios del mercado no siempre dan cuenta de la escasez, a menudo se producen enfrentamientos entre las grandes operaciones industriales y las poblaciones locales, agudizando los problemas ambientales y sociales relacionados con el uso del agua, particularmente en las regiones que se enfrentan a una demanda creciente y a la vez, a una restricción en los suministros en los próximos años.

Además, debido a que el modelo basado en el mercado refleja el valor del agua, aunque sea imperfectamente, las empresas tienen menos incentivos para vender el preciado líquido en determinadas áreas donde las ciudades y municipios son pobres, debido a que los márgenes de beneficio son bajos.

Mientras los chilenos ven como sus facturas crecen, al tiempo que el país experimenta situaciones de estrés hídrico, los políticos están comenzando a buscar soluciones urgentes, antes de que el conflicto por el agua, que ya está en ciernes, les estalle en la cara.

Fuente y fotografía: Ecoticias