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Árboles y cultivos agonizan por la extrema sequía y el calor

Árboles y cultivos agonizan por la extrema sequía y el calorCasi 36 grados en La Seu d’Urgell y 35 en El Pont de Suert. Son temperaturas récord registradas este mismo lunes en el Pirineo. Un territorio especialmente castigado por una sequía que azota toda Catalunya. De norte a sur y de este a oeste. La acuciante falta de agua en las áreas de montaña ha teñido el paisaje de amarillo y en zonas por debajo de los 1.500 metros los robles y abedules ya están perdiendo las hojas como si fuese otoño. No hay hierba para el ganado. No crecen las moras. Ni rastro de setas. Muchos torrentes y fuentes se han secado. En el Penedès, las uvas son un 40% más pequeñas. En el Ebro, la cosecha de las variedades primerizas de aceitunas ya se ha perdido. En Lleida y Tarragona la almendra no crece y los cultivos de regadío han tenido que duplicar las horas de bombeo. El cóctel es alarmante: las temperaturas altas y sostenidas durante los últimos tres meses y la falta de lluvia durante todo este tiempo están teniendo un efecto directo en el medio natural y en el paisaje agrícola. Las libélulas africanas proliferan en los Ports de Tortosa-Beseit y la mosca del olivo, antes circunscrita en el Baix Ebre y el Montsià, ya se mueve a sus anchas en Lleida. La sequedad ha disparado la alerta extrema por riesgo de incendio forestal y Protecció Civil mantiene restringido el acceso a los parques naturales de Els Ports, la Serra del Montsant, y los macizos del Cap de Creus y de Montgrí.

El Pirineo es, de todas las áreas, la zona donde la evidencia de cambio climático está más constatada. En la alta montaña se han secado muchos torrentes y fuentes -lo que está pasando una cara factura al ganado que pasta en esas latitudes- y algunos lagos se han secado, mientras que el nivel de agua en otros –como es el caso de Moncortès, en el Pallars– ha descendido más de medio metro.

Jordi Camps ayer, de excursión, cruzando la riera seca de Sant Cugat a su paso por Collserola
Jordi Camps ayer, de excursión, cruzando la riera seca de Sant Cugat a su paso por Collserola (Xavier Cervera)

En los últimos sesenta años la temperatura media ha aumentado 0,25 grados por década. O lo que es lo mismo, hoy los termómetros marcan, tanto en verano como en invierno, 1,5 grados más que en los años sesenta del siglo pasado. “Es un incremento de temperatura muy superior al acumulado en zonas alejadas de las áreas de montaña”, afirma Gabriel Borràs, responsable de adaptación de la Oficina Catalana contra el Canvi Climàtic. Y añade: “Si en Barcelona subiese, por ejemplo, la temperatura una media de dos grados, esta capital sería Sevilla”.

En lo que afecta a precipitaciones –continúa Borràs– el Pirineo está pagando también una cara factura por este cambio en el clima. “La cantidad de agua aportada por la lluvia se reduce un 3% cada década. Así que ahora llueve un 18% menos que hace 60 años”.

Sin embargo, a los habitantes del Pirineo no les hacen falta estudios para constatar que el clima está cambiando. Y menos este verano, en el que apenas se han registrado precipitaciones en las áreas de montaña.

Si la medición se hace en el conjunto de Lleida, las conclusiones son aún más alarmantes. Esta provincia ha vivido el agosto más seco desde 1950 y en algunos puntos no ha caído ni una gota en todo el verano.

En el Pirineo, además del cambio en el paisaje, la desaparición de torrentes y la muerte de robles o abedules por falta de agua, la factura más cara e inmediata la están pagando ahora los ganaderos que tienen sus vacas y terneros en las zonas de alta montaña. “Estamos subiendo ya cubas de agua a algunas montañas para que las reses no pasen sed”, revela Joan Guitart, representante de Unió de Pagesos en el Alt Urgell. Los pastos en las cotas más altas “están muy apurados”, añade Guitart. Y al estar la hierba tan seca algunos ganaderos, afirma Raquel Serrat, del Ripollès, “han decidido destetar ya los terneros porque el pasto en alta montaña es muy seco y la producción de leche de las vacas se resiente”. El temor, como ya ocurrió en 2012 por un episodio se sequía en el Pirineo parecido al de este verano, es que “esos terneros lleguen a las cuadras con menos peso del esperado”, indica Raquel. Entonces se tuvo que adelantar por falta de comida la vuelta de las vacas de las montañas a los establos, historia que este verano se repite en algunas áreas de la Cerdanya.

En el Pallars Sobirà la situación no es mejor, afirma Ignasi de Castellarnau, ganadero de Alins. “Tenemos ya un paisaje propio del otoño pero con temperaturas de pleno agosto y algunos robles se están muriendo”. La falta de agua está mermando también los fresnos y abedules y sólo queda la esperanza de que llueva pronto para que los pastos, en cotas por debajo de los 1.500 metros, se recuperen. Las praderas de las cotas altas se dan por pedidas. La sequía está pasando, asimismo, otra factura en prados cercanos a los pueblos que ahora se están regando. “En el Pallars tenemos una auténtica invasión de jabalíes que destrozan esos terrenos porque en cotas altas no encuentran comida”, afirma De Castellarnau.

También se están muriendo cientos de almendros en las zonas de secano. “Los árboles están sufriendo mucho, un 20% de los almendros ya se han perdido y si no llueve en quince días la pérdida será histórica, de árboles y cosecha”, afirma Rafel Verdiell, responsable de Sectores Agrícolas de Unió de Pagesos. Verdiell califica la situación de alarmante, también para los olivos. “Podemos dar por perdida la mitad de la cosecha si no llueve durante las próximas dos semanas”, insiste. A sus 54 años, Verdiell no recuerda un verano con unas temperaturas tan altas y sostenidas durante tantos meses. Nunca había sentido el viento de mistral tan caliente, “ayer por la mañana en la zona del delta estábamos a 38 grados”, destaca. La sequía está provocando estragos incluso en los cultivos de regadío, “tenemos que bombear el doble, con el gasto que esto supone y algunos pozos se están secando al tiempo que sube el nivel freático”, añade.

No ha habido tormentas de verano. Ni siquiera nubes, que reducen la irradiación solar. “Ha habido otros veranos con sequías importantes, pero este año se suman las temperaturas récord sobretodo las de los últimos días, lo que tiene un impacto directo en el medio natural, en el paisaje agrícola y también en la salud de las personas”, mantiene Javier Sigró, investigador del Centro de Cambio Climático de la Universitat Rovira i Virgili (URV). “El año 2014 fue el más cálido en todo el mundo desde 1880, cuando empezaron los registros; en 2015 lo fue más y este año vamos camino de anotar un nuevo récord”, concluye.

Fuente y fotografía: La Vanguardia

7 septiembre, 2016

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